No han sido los mejores tiempos para Disney, y las imágenes que se han dado a conocer sobre su nuevo live action, Blancanieves, dejan claro por qué. Hasta quienes somos ávidos activistas a favor de la representación en la pantalla grande nos hemos dado cuenta de que ya han cruzado la raya entre querer hacer lo correcto y lo absurdo. Pero nada es tan sencillo como señalarlo.
Es verdad que hay mucha mala intención detrás del deseo de que cintas como La sirenita y ahora Blancanieves no tengan protagonistas de tez blanca. Es cierto que lo que conocemos como la “historia original de Disney” suele ser en sí una interpretación de esos cuentos de antaño, que en su origen sí eran habitados por protagonistas caucásicos, porque la mayoría de los clásicos partían de cuentos de hadas de Europa del este en tiempos medievales. Y nadie podría negar que las versiones de la compañía de Walt eran tan blancas como la nieve. Y no, esa no es una tradición que se tenga que respetar. En los 90, Disney hizo lo correcto y empezó a contar otras historias de otros orígenes, como Pochahontas, Mulan o La princesa y el sapo.
Una cosa es buscar inclusión y otra darles argumentos a los enemigos de la inclusión yendo a lo absurdo: Rachel Ziegler es la protagonista, y los enanos ya no son… enanos. Tampoco son todos hombres. Aun así, entiendo la buena intención, pero las imágenes se ven tan absurdas que no sustentan la decisión social con lo creativo. Ahora callar a los racistas será mucho más complicado.
