No suelo meterme en asuntos de la vida privada y mucho menos cuando están pasando por momentos complicados, pero hoy siento que debo agradecerles a Andrea Legarreta y a Erik Rubín por mostrarnos cómo hasta en esos momentos duros las cosas se pueden hacer con humanidad, amor y profunda lealtad. Sí, lealtad a lo que es importante: la familia que han formado, la vida real que no nos incumbe y que es su día a día y a la realidad de lo que están pasando, que a todos nos ha pasado de alguna manera u otra, de la manera más clara y constructiva posible.
Lástima que tuvieran que hacerlo así, público, pero saben lo perversa que es la naturaleza humana con el dolor ajeno. Y peor ahora que se puede monetizar ese dolor ajeno en redes sociales. Por eso escribo en este espacio, que no depende de algoritmos, para decirles que me apena profundamente ver cómo tantas personas sienten la necesidad de tomar lo que solo es una decisión adulta y sana en un circo mediático y de redes para su propia conveniencia.
Que sean figuras públicas no otorga el derecho a jugar con estúpidas especulaciones que al final acaban doliendo y dando un mensaje espantoso: no importa qué tan sincero, qué tan claro y qué tan buenas sean tus intenciones, la gente solo va a opinar lo que se le da la gana. Y quien pueda lucrará con eso.
Este texto lo escribo con amor y con dolor, porque todos sabemos cómo es que la vida cambie de un día al otro. Nadie necesita que tu familia se use como cancha para crear un producto basura. Un chisme. Pura especulación. Las relaciones cambian y ya. Ah, pero que trabajo nos cuesta no hacer más daño cuando se trata de los demás. Seamos mejores.
Susana MoscatelTwitter: @susana.moscatel
