El Monumento a la Revolución Mexicana se ve distinto desde hace unos años, más limpio, décadas atrás parecía una sombra en medio de la nada, eso fue la colonia Tabacalera en los años noventa. El Frontón México con su art decó rojísimo, diseñado por el ingeniero Kunhardt y el arquitecto Capilla, estuvo olvidado más de 20 años, en 2017 abrió para ser escenario de sucesos como ferias de arte, torneos de jai alai, conciertos. En el pasado fue una plaza de toros y un casino estilo francés en tiempos del porfiriato. Últimamente me da por caminar desde la calle de Héroes hasta la Tabacalera, me gusta hacerlo de día, por la noche busco un hotel en la zona, actualmente me gusta uno muy rojo, ahí me quedó tumbada escuchando la noche, los autos, la euforia de una ciudad festiva que parece no temer más a la muerte. Saliendo del Hotel Arizona la vi atravesando la calle, Hollie Cook, reina cósmica del neosoul/tropical reggae jazz post punk, cuyo padre Paul Cook fue baterista de los Sex Pistols, su madre es Jeni Cook, corista en Culture Club. Su voz es misteriosa, dulce/potente. La conocí con su canción Milk and Honey, nunca olvidé ese trombón lujurioso bailando en las habitaciones de suicidas que sonríen entre humo y cartas de amor despedazadas porque el domingo se terminó antes de abrir las llaves del gas. Hollie está en México para un concierto hoy sábado 1 de octubre en el Frontón México promocionando su álbum Happy Hour, cuyo sencillo Full Moon Baby está inspirado en la vida, dos de sus amigas tuvieron bebés, la luna siempre ha sido importante para ella, la considera una fuerza sensual, tierna, mágica. Pienso en el mágico bebé de los amorosos Mar y Juan Pablo, es el tercer bebé que cargo en mis brazos, sus ojos de asombro por el mundo me acompañan en momentos de sombra cuando pienso en huir y adentrarme en el Hudson un otoño, ¿qué es la compatibilidad junto al amor? No mucho, una necia idealización de algo que no importa cuando amas, guerra despiadada de espejos que una noche se rompen. He llorado escondida en mi máscara de indiferencia cuando alguien me dice que somos “muy diferentes”, que pensamos muy diferente, no sabía que debíamos amar a alguien “igual”, eso no existe, es un espejismo… sí, al igual que a ti, me han dicho: “no somos compatibles”, sé que no es la intención de las personas lastimar o ser cruel, hablamos desde dónde nos encontramos en nuestros procesos. Escuchar esas palabras y recordar que cantamos una canción que nos gusta, que lloramos juntos oyendo Chopin tras relamernos los dedos de mantequilla, desayunar sándwiches, confesar que se nos hace agua la boca con la miel… duele, fue triste ver vacía aquella botella de Gin Factory, tan triste como un gato abandonado en un estacionamiento nocturno. Ser incompatibles es lo de menos cuando las personas hablan desde el corazón y comparten lo imposible de nombrar. Apuesta digna es el amor, lo demás es: porquería, sobadera, dolor, buscar la muerte.
Susana Iglesias*
* Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)