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Cuando fallece un policía, invariablemente hay lágrimas, algunas acuosas y otras tantas que quedan en silencio. Pero la muerte de un compañero y amigo, hace ya ocho años, me sigue poniendo los ojos llorosos.

Que en una familia cualquiera alguien ingrese a la Policía, es difícil, no solo para quien porta el uniforme, sino para todas y todos aquellos consanguíneos a quienes les parece una decisión incomprensible.

Yo, por supuesto, no me escapé de ese escenario.

Hace más de una década, alguien en mi familia, necesitó orientación en materia de seguridad para apoyar a un trabajador cercano. Recurrí a quien era el coordinador estatal de mi institución en ese entonces: el Comisario Sergio Licona Gómez.

Ya fuese porque me estimaba, por la buena química con mi familiar o porque esa era su esencia, que es lo más probable, mi familiar quedó sorprendido con la atención, profesionalismo y seguridad del policía.

Nunca me los imaginé así —me dijo— mis respetos para tus compañeros. Están muy preparados. Licona es un tipazo.

Y eso allanó un poquito la simpatía de mi familia por la Policía en los siguientes años.

Aquel Comisario, formado en la Agencia Federal de Investigaciones, se había salvado de que los movimientos judiciales o incluso políticos, lo llevaran a la cárcel luego del caso Tres Marías, cuando como coordinador estatal de la Policía Federal se había acercado a donde ocurrió el incidente y estuvo a punto de pasar de testigo a indiciado.

Tiempo después lo nombraron coordinador estatal en Tamaulipas o Mataulipas, como le decíamos en esa época.

Varios tendrán recuerdos sobre cómo ocurrieron los hechos aquella mañana del 5 de enero: algunos tienen en la mente que se dirigían a una reunión convocada de última hora, otros un festejo de cumpleaños que se quedó pendiente. En nuestro caso, no olvidaremos que una de las últimas comunicaciones del Jefe Licona fue con parte del equipo que se encargaba de monitorear y difundir condiciones de vialidad en carreteras federales, al que con toda la humildad, les acababa de enviar información.

Un neumático estalló, la camioneta volcó y Licona, junto con otros dos queridos policías y el delegado del entonces CISEN, fallecieron.

Al día siguiente se les rindió un homenaje en el Centro de Mando de la Ciudad de México. Muchos contuvimos las lágrimas lo más posible, hasta que su hija, en pleno Día de Reyes, comenzó a llamar con gritos de dolor a su papá, quien ya nunca volvería de la comisión.

No solo nos dolió perder a un amigo y compañero, nos vimos reflejados en el dolor que nuestra ausencia o alguien en nuestra familia, causaría.

Siempre de buen ánimo, dedicado a su vocación, profesional, confiable y buen amigo, Sergio Licona Gómez es uno de esos policías de los que tanto necesitamos y de los que nunca nos podemos olvidar.

Y para muestra, lo que quedó entre sus últimas publicaciones en su cuenta de X @lince1015: un desfile navideño de la Policía con entrega de juguetes, que causó impacto hasta en las propias autoridades estatales, entrega de apoyos y nombramiento de policías honorarios.

Porque ese es el balance que debe existir en la vocación policial: el acercamiento con una comunidad de la que se busca su confianza y resultados operativos en contra del crimen.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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