Clases, juntas laborales, consultas médicas y hasta celebraciones, tienen espacio en el mundo digital actual. Para la mayoría se trata de una vía segura de preservar su salud, sin dejar de producir o interactuar.
En días pasados, al echarle una vista a una de mis redes sociales personales, encontré una foto perturbadora: una de mis contactos golpeada en el rostro y algunas partes del cuerpo, pidiendo ayuda. De inmediato me fui a su perfil y me di cuenta que estaba viviendo fuera del país. Entró una llamada al teléfono que interrumpió mi esfuerzo por encontrar datos de contacto. De regreso a su perfil, encontré un mensaje de agradecimiento a quienes la habían contactado y la foto de su agresión había desaparecido. Por el seguimiento que tuve del caso mediante terceros, se trató de una petición de ayuda desesperada, que tuvo un efecto positivo al recibir la atención de contactos que se encontraban en el mismo país que ella.
Aunque las nuevas tecnologías han traído consigo otras formas de violencia como acoso, pornografía y hasta facilitado el tráfico de personas, hoy más que nunca las innovaciones tecnológicas se han convertido en una herramienta valiosa para apoyar a quienes detrás de una puerta, sufren de violencia. Con mayores actividades virtuales, para las víctimas se acabaron las salidas en donde podían, al menos por una jornada estar lejos de su agresor (o agresora), además de tener menos oportunidades para encontrar vías de escape a una condición de violencia.
La mensajería virtual es una ventanilla importante para la atención a víctimas que incluso ofrece ventajas sobre la atención presencial: a quien escribe un mensaje ayuda no se le juzga de la misma forma que a la chica que acude con una falda corta a pedir a apoyo. Ello significa eliminar prácticas discriminatorias, barreras culturales y otros obstáculos que limitan el acceso a la justicia. El “chat” a través del teléfono móvil con una autoridad, permite además de pedir ayuda en una situación de riesgo, recibir atención psicológica y asesoría jurídica. También son servicios que en un esquema exclusivamente presencial, sale del alcance de una víctima con limitadas salidas e interacción con el mundo exterior. Adicional a ello, está la utilidad de las redes sociales, donde las víctimas envían mensajes públicos o privados, en clave o explícitos, a su comunidad.
¿Cómo apuntalar el uso de las herramientas digitales para atender la violencia intramuros? Se trata de un reto no solo para los gobiernos, sino para la sociedad, para acortar primero la brecha digital que permita el acceso de las víctimas a la tecnología, erradicando estereotipos de educación, formación profesional, empleo y acceso a ingresos. El paso siguiente será el uso estratégico de las plataformas digitales en defensa de mujeres, niñas y víctimas de la violencia intramuros. Así que pongamos manos a la obra, desde el terreno que nos corresponda.