Cuando menos se le abrazaba, más lejos se le tenía.
Se sabía que existía, pero en un espacio diferente al de todos y todas.
Hoy es difícil no topárselo.
Se lo topa el conductor del microbús en Guerrero, quien es cacheteado “por no reportarse”.
Pero también se lo topan las grandes empresas, cuyos productos ya no pueden ser distribuidos de forma directa, sino a través de los canales de quienes hoy son expertos logísticos.
Y se los toparon los limoneros, los zapateros, los restauranteros, las notarías, los transportistas, las y los periodistas, los estudiantes, la candidata…
Ya no les importó que al ir por uno, se llevaran a todos por delante, incluyendo a menores de edad.
Nunca antes en México habíamos estado tan en contacto con los tentáculos del crimen organizado.
Se salieron del carril de la droga para involucrarse en todos los ámbitos que les signifique una ganancia: extorsión, narcomenudeo, licitaciones, política y mucho más.
Dejaron de esconderse de la autoridad para plantarse con la actitud como la de quien siente un derecho a tomar lo que otro trabaja. Peor aún, con el derecho de poner y quitar gobernantes, postulándose y haciendo de la cultura del miedo, el medio para la abstención o manipulación del voto.
Se volvieron el reto incluso de las autoridades locales, del policía municipal, del policía de a pie.
Se robaron, incluso, la sonrisa de muchos que ansían vivir con paz.
Tal vez hubo quien pensó que con no confrontarlos y pactar con un saludo de mano que “cada quien a lo suyo”, la violencia disminuiría, se replegarían y harían dinero con los vecinos del norte. Pero eso, es ser ilusos. Todos los espacios que la autoridad y el Estado de derecho no ocupen, la delincuencia los invade.
Evolucionaron de ser una banda de transportistas a tejer una red de robo a transporte, con distribución de mercancía y asesinato de autoridades que por oposición o por traición, les estorban.
“Nada más” tenemos en riesgo la democracia, la economía, la gobernabilidad, la estabilidad, las libertades ciudadanas y el futuro de México. Nada más.
Por cada año perdido, serán necesarios al menos tres para regresar al punto en el que estábamos.
Por lo pronto, el tiempo nos dio la razón a quienes vimos venir la catástrofe cuando las decisiones en seguridad, fueron tomadas con argumentos políticos y no técnicos.