El coronavirus despertó nuevos miedos en la gente: a enfermarse, a perder a un ser querido, al desempleo, a las deudas, a la pérdida del poder adquisitivo, a ver disminuido su ingreso… miedo a una realidad que no esperaba.
Con cada noticia de que el virus se acercaba, el comportamiento de la gente cambió gradualmente: algunos comenzaron a utilizar cubrebocas o mascarillas sin que fuera necesario o recomendado, solo por ver que alguien más lo usaba; otros más, ante las imágenes de compras masivas de papel higiénico y estantes vacíos, participaron en compras de pánico por temor al desabasto o con la intención de no salir de casa en un buen tiempo.
Y entonces, más que nunca, comenzamos a estar pendientes del comportamiento del otro: quién no se lava las manos, la presencia de adultos mayores en un restaurante o quién publica fotos en redes sociales que no corresponden a un aislamiento social.
En Sábado de Gloria, un grupo de ciudadanos en Irapuato decidió cerrar una calle y colocar lo que podría considerarse como una alberca pública. Las imágenes generaron asombro e indignación, pues la improvisada zona de esparcimiento no atendía en absoluto las recomendaciones de distanciamiento social difundidas una y otra vez por la autoridad. El desenlace de la historia lo protagonizó la fuerza pública, quien debió retirar la alberca y conminar a la ciudadanía a regresar a casa.
¿Por qué mientras unos somos obsesivos por cumplir con lo dispuesto por las autoridades, a otros les resulta difícil evaluar los riesgos? ¿Cuál es el papel de las autoridades en todo ello?
O es complicado entender o no queremos ver que nuestras conductas tienen una repercusión sobre la vida e integridad de las demás personas.
¿Reflexionamos sobre el hecho de que si nosotros compramos cinco envases de gel antibacterial, dejamos a otros sin esta protección? ¿Entendemos que acudir a espacios públicos de forma innecesaria pone en riesgo a nuestros adultos mayores en casa?
¿Sabremos que minimizar los riesgos a causa de nuestro aburrimiento, nos hace conducto fácil en una transmisión comunitaria?
Probablemente el más grande reto de los gobiernos, de todos los niveles, es proporcionar información útil y clara que logre un equilibrio entre la conciencia y el pánico, que además modifique conductas o genere hábitos para que las personas se protejan a sí mismas y a quienes les rodean.
¿Se parecerá este tema a la seguridad y a los efectos de la delincuencia? Yo creo que sí y mucho.