El discurso fácil, cuando hablamos de homicidios y violencia, es decir que es “entre ellos”.
¿Qué quiere decir esta frase? Que los homicidios son entre delincuentes y que, de alguna forma, “importan menos” porque no afectan a gente de bien.
En el supuesto de que los homicidios son entre criminales, que entre ellos “se cobran sus facturas”, se trata igualmente de una tragedia y de una renuncia del Estado de derecho.
En el escenario de la tragedia, podemos pensar en jóvenes, incluso menores de edad, a quienes capta la delincuencia debido a una falta de proyecto de vida, la falsa promesa de tener más dinero, la desatención en su hogar e incluso como una vía para escapar de la violencia.
Esos jóvenes, hombres o mujeres, se vuelven uno “de ellos”: de los que matan o son asesinados en la disputa criminal.
En el caso en el que incluso se les pide a los delincuentes que la violencia sea entre ellos, pareciera ser una renuncia de la autoridad al Estado de derecho. Es decirles: “tan no puedo con ustedes que por fis, ustedes no se metan con la gente”, una fórmula que nunca ha funcionado ni funcionará y la realidad está ahí para constatarlo.
Esperar que los delincuentes se afecten entre ellos no resulta, porque en la búsqueda de más ganancias, comienzan a cometer extorsiones contra la ciudadanía, a crear un monopolio comercial para la compra y venta de ciertos artículos, amenazando a los sectores relacionados, entre otras expresiones de ilegalidad.
Tampoco resulta porque cuando los delincuentes quieren “chantajear” a la autoridad, van contra la ciudadanía, que se convierte en rehén de los intereses criminales. No es por supuesto opción que la delincuencia quiera mandar por encima de las autoridades e imponer su ley y para ello, los castigos deben ser ejemplares.
No podemos ni debemos acostumbrarnos a ese discurso maniqueo, ni como ciudadanía, ni como autoridad.
El día que digamos que lo bueno es que se matan entre ellos y que entre ellos se cobran las facturas y eso nos brinde satisfacción, será la más clara rendición (o contubernio) de una autoridad que juró ejercer el cargo para proteger y servir a la ciudadanía.
Ojalá no normalicemos lo que en absoluto, no es normal, porque estaremos en el punto de no retorno.
Sophia Huett