Los políticos más poderosos no necesariamente son los más populares o millonarios, atributos ciertamente cruciales. Los capaces de cambiar el curso de una elección son los que entienden, cultivan y fortalecen las “estructuras” o bases sociales. De eso pueden dar cátedra partidos como el PRI y el PRD, que por décadas aceitaron una maquinaria tan perversa como eficaz a través de las “doñas” y otros líderes vecinales en cada colonia, municipio y distrito.
Estas células, alimentadas con despensas, materiales de construcción y un poco de dinero, que se mantenían recolectando credenciales, activas pero con bajo perfil en tiempos de paz, velaban armas llegada la guerra electoral; arrasaban de manera contundente “jalando” millones de votos y luego volvían a su dinámica usual de microprivilegios, hasta la próxima.
Aunque mal, el modelo fue replicado por otros partidos, y también mantenido con el erario al arribar al poder, claro, tratando de perpetuarse. Pero llegó un tiempo en que la corrupción y las limitaciones presupuestarias les hicieron olvidarse de esas bases, las dejaron morir de inanición, y la voracidad de dirigentes hizo que no solo los servicios básicos, vamos, ya ni las despensas “bajaran” al pueblo. Iban gradualmente matando a su amaestrada gallina de los huevos de oro.
Los “efectos” Fox, Peña y AMLO reforzaron el espejismo de que ya no necesitaban tanto de esos vecinos leales, que más bien se volvían un lastre mendigando una candidatura aunque fuera de suplente del último regidor.
Miles quedaron a la deriva, decepcionados y buscando con despecho un nuevo sentido de pertenencia. Pero al parecer actualmente nadie ha sabido reconquistarlos.
Una elección con gran abstencionismo beneficia a los partidos con mayor estructura y militancia. El 6 de junio se verá si lo que queda de ese entramado político de barriada salva el cuello de los partidos, en una pandemia que desplomará la afluencia espontánea a las urnas.
Los políticos están alarmados, pero nadie atina a hacer nada. Los intentos por recuperar esas granjas de votos se ven tibios ahora con “ejércitos digitales” gestados en el tricolor (buenos para el pleito en redes sociales, pero quién sabe si para ir votar) y con las células mal copiadas del castrismo por parte de Morena, los “Comités de Defensa de la 4T”, que tienen poco tiempo y, también por la pandemia, quizá estén muy verdes cuando llegue la hora de la estrategia orgánica para el sufragio.
Mientras tanto esos votos que solían ser baratos se cotizan, en el más descarnado pragmatismo, por una vacuna, un empleo, una despensa post covid… ¿Quién será capaz de capitalizarlo?
Sergio Villafuerte