Salvo lo que opinen los especialistas estudiosos de la política, yo no recuerdo otro periodo de gobierno estatal, en la historia reciente, con más dificultades externas que el que encabeza Alfredo Del Mazo Maza. Y es que antes todo era jauja y lucimiento. Al día siguiente de tomar posesión los mandatarios ya estaban haciendo planes y soñando con ser secretarios federales, senadores o, en una de esas, hasta llegar “a la grande” (pues las circunstancias hegemónicas daban para eso); se la pasaban un día sí y otro también repartiendo beneficios a diestra y siniestra para salir en la foto y quedar bien con sus cercanos.
Si no alcanzaban las secretarías para darle chamba a sus allegados, pues se inventaban algunas, faltaba más. El erario daba para eso. Aquello de la austeridad no figuraba en su léxico y por aquellos días había mucho menos problemas de inseguridad, desigualdad económica y violencia.
Los tiempos han cambiado, no cabe duda, pero además parece que Del Mazo ha tenido “el santo de espaldas” desde el tercer día de su mandato, comenzando con el desafortunado episodio del sismo del 19 de septiembre de 2017, que ocupó una gran cantidad de tiempo y recursos. Súmele que meses después vino la elección en 2018, cuando por ley los gobernantes deben bajar el perfil para que nada parezca promoción del voto. Tras los comicios, el escenario político se trastocó con una nueva alternancia el país y en el estado. Las formas, que son fondo, debieron afinarse para la sana convivencia entre poderes y niveles de gobierno.
En la fila de las calamidades se formó la caída de la economía en 2019, especialmente con la crisis de combustibles; y por si algo faltara, el 2020 trajo la feroz pandemia que lo mismo ha arrasado con vidas humanas que con empresas y empleos.
Pero la ciudadanía no votó por plañideras, y me parece que, ante el adverso escenario, el gobernador ha sacado la casta e hizo de las buenas formas y relaciones políticas en la pluralidad su fortaleza. Ha puesto por delante el bienestar de las mujeres, ha adelgazado su administración y promovió el desarrollo económico en la medida posible, amén de dar la batalla por la seguridad y la salud en uno de los estados más complicados del país. Ha hecho, en resumen, un papel muy digno al corte de la mitad de su sexenio.