Lector, aprovecho que estamos frente a frente para contarte algo: intenté cambiar el mundo con esta columna. Aun guardo la esperanza. Sé que parece ridículo pero trato de ser sincero. Creo que los optimistas cometemos el error de imaginar que nuestro trabajo es más que un granito de arena, un puño, quizá pero algo.
La verdad es que pensé que cambiaría el mundo mientras escribía y terminé cambiándome. Pero ¿qué acaso esa no es una manera de cambiar el mundo? Todavía tenía 23 años cuando empecé a escribir el Último Round y, al momento en que leas estas líneas, habré cumplido 31. El mundo ha dado un montón de vueltas ¡claro que he cambiado! Desde los últimos días de febrero de 2010 hasta los primeros días de marzo de 2017, han sido siete años maravillosos. Ahora que reviso viejos textos y otros más nuevos, me doy cuenta que un tema se ha colado en la mayoría de mis entregas semanales: la esperanza. Se vuelve a colar en estas líneas porque se me ocurre que aún nos falta creer fervorosamente que otro mundo es posible.
Tecleé mis ideas esperanzadoras desde un hogar en California, un hostal de Estambul y frente a un enorme lago en Veracruz. El calor de una chimenea en Catalunya y el bullicio de la barra de un bar en Torreón sirvieron de inspiración para redactar el optimismo que quise transmitirte. Me rodee de extranjeros en Chiapas o de mi soledad en un camión durante mi trayecto lejos de casa para escribirte sobre la esperanza a la que debíamos aferrarnos. De todos, el escenario preferido fue el hogar de mis papás en Gómez Palacio, ahí hice changuitos y maltraté el teclado para cumplir con la hora de entrega. Hoy, lo hago desde mi departamento en Monterrey.
Te platico esto para que sepas que, no me importó dónde me encontrara, siempre creí importante que estuvieras ahí para leerme. Imaginaba que estabas esperando que llegara el sábado para leer esta columna. Todavía confío en que eso pasará mientras escribo esto.
De mis Último Round, este es el último. No habrá octavo aniversario; ha sonado la campana. Pero, afortunado como siempre, tengo esta oportunidad para agradecerte: gracias, lector, sinceramente. Ha sido hermoso escribirte, guardar la esperanza de que mi trabajo podría servirte de algo.
En alguna hemeroteca, quedan mis textos. Son tuyos.
@sergomezv