Se soltó llorando. Me estaba diciendo, como quien ha aprendido de memoria a fuerza de repetírselo, que el dolor es inevitable pero el sufrimiento, opcional.
Sus hermosos ojos color miel parecían temblar tras el velo acuoso que los cubría. La dificultad para pronunciar las palabras y aquellos gestos extraños que hacía involuntariamente mientras hablaba, difícilmente opacaban su belleza. Rosa Isela debió ser la más guapa de la preparatoria.
Vi que algunos cabellos blancos escaparon del tinte y mi mente quiso viajar al pasado, a uno que no viví. Pensé en cómo luciría de joven, qué glorias pasadas habían dejado esa media sonrisa, qué penas la habían torcido.
Cuando se soltó llorando en el auto, me sorprendió la facilidad con la que algunas personas entran en confianza; es que la acababa de conocer.
La había visto sobre la calle, en la silla de ruedas, yendo en sentido contrario. Sus pies empujaban poco a poco la silla para poder avanzar. Corrí para ayudarla. La llevé en coche a la tienda y entonces supe la parte de las penas: el accidente automovilístico que la dejó en coma y, luego, en aquella silla.
Poco antes de llorar, me contó la historia de las estrellas, la que dice que Dios mandó a todas a la tierra para acompañar a los seres humanos. Desencantadas del egoísmo de las personas, prefirieron regresar, de acuerdo a Rosa Isela, al país de Dios. En el pase de lista, sorpresivamente, faltaron las estrellas verdes, las de la esperanza. Dios quiso investigar por qué no habían vuelto. Cuando las encontró entre los seres humanos, le dijeron que no podían regresar, que en este rincón del universo eran tan necesarias.
A Dios le pareció buena idea.
Y es que a la gente, según me dijo la mujer a modo de moraleja, le hace falta esperanza.
Luego se soltó llorando. Por un momento, fue como aquellas estrellas que regresaron al país de Dios, donde quiera que quede eso.
–¿Por qué lloras si dices que el sufrimiento es opcional? –le pregunté.
–Por la maldad que hay en el mundo.
–Sí pero el sufrimiento es opcional, me acabas de decir. ¿Por qué lloras?
–Porque me entró una basurita en el ojo –y al decir esto, su llanto cesó.
–¿De qué te ríes? –me preguntó.
–De la basurita en el ojo.
–¿Te estás riendo porque me entró una basurita en el ojo?
–Sí.
–Mejor abrázame.
Y abracé a mi Estrella Verde.
@sergomezv
