Política

Los cojones de Fidel

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  • Los cojones de Fidel
  • Sergio Gómez y Sergio Gómez

Fue el 3 de agosto de 1993. Suena noventitrés porque la historia está contada con la cadencia de dos voces cubanas. La de una mujer y la de un hombre que, dicen, ahí estuvieron. Cada quien por su lado.


Esta es una fría noche de un otoño que embarca hacia otro puerto, a veintitantos años de aquello y a poco más de una semana que el protagonista de la historia muriera. Las botellas de ron hechas por obreros latinoamericanos tanto en Cuba como en México se aligeran entre anécdota y anécdota.


Hay fechas que se quedan guardadas, está el cumpleaños de mamá, está el 2 de octubre y ahora este mentado día del noventitrés en el que una enorme turba salió a las calles de La Habana para arremeter contra el régimen o contra Fidel, que es lo mismo. Ambos pares de ojos claros, vieron el acontecimiento desde ángulos diferentes.


No sé si lo has notado, pero con el tiempo, algo sucede con las imágenes, los sonidos, los olores almacenados. Es como si los recuerdos se maceraran en la memoria, por eso adquieren otros sabores. Son como la yerbabuena en los mojitos. Ese sabor que se exagera desde el fondo de los vasos en los que también se preparan cubas, cubalibres.


Te decía que los cientos de personas locas de rabia se vuelven decenas de miles macerados por la memoria. Y Fidel, que llegó con dos escoltas a enfrentar la ira de la multitud, mide casi tres metros. Solo dos escoltas, chico, yo estaba ahí. Perdón que interrumpa pero…


Pero los cojones de Fidel se convierten en una cosa más grande que una muchedumbre. No caben en un contenedor.


La música hace que los relatos lleguen bailando a los oídos. Queda la sensación como si en Cuba todas hubieran estado a na’ de ser primeras damas o todos hubieran platicado con Fidel o con una hija del Che aunque sea un ratico. Una sentencia le da sentido a to’: lo que sucede en Cuba solo lo puede entender un cubano.


El caso es que ese día del noventitrés, Fidel se enteró de lo que estaba pasando en las calles de La Habana, frente al teatro, y hasta allá fue con solo dos hombres. Bastó su presencia y un discurso breve para que la gente armada con palos y piedras pasara del Abajo Fidel al Viva Fidel.


Con cinco o seis mojitos que me maceran las ideas, se me figura que no están exagerando, que los cojones de Fidel no caben ni en dos contenedores, que no los tiene ni Obama ni ningún presidente mexicano de los años más recientes. Y eso es como una patada, precisamente ahí, en los cojones del nuestro país.


twitter: @Sergomezv

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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