Esta semana acudí a una agencia del Ministerio Público, tenía años de no estar en una. De hecho, prácticamente (salvo para realizar algún trámite menor)desde que estudié mi licenciatura en Derecho y realicé ahí parte de mi servicio social que no pasaba tanto tiempo en un MP.
Llegué y me encontré con la realidad de lo que he seguido a través de los datos y el estudio en los últimos años. Afuera había policías preventivos de la entidad federativa donde fui víctima de un delito. Eran algunos de ellos, caras conocidas. Los había visto un par de días antes, tras mi llamada al 911. Me abordaron en la entrada y me preguntaron que si se me ofrecía algo.
No hice caso, no iba con ellos. Ellos son una autoridad distinta y su labor es preventiva no de investigación. En recepción me dieron un turno. No había muchas personas antes que yo. Se me acercó de nuevo un policía preventivo, me dijo, van a tardar una hora y media en atenderlo. Le comenté que era un trámite que tenía que hacer sí o sí para dejar testimonio, y que no tenía la mínima esperanza de que se recuperara algo o de que dieran con los responsables.
Pues el policía era mejor “profeta” que elemento de seguridad pública, pasaron más de dos horas y media, no había ya nadie más, sólo faltaba yo, pero no me pasaban. En este tiempo me pidieron mis datos, dirección, número de teléfono, nombre, etc. No se los proporcioné, le había dado mi número y mi nombre el día que reporté el incidente.
Por fin me pasaron con un oficial secretario que me tomó mi denuncia; otra vez me pidieron datos personales, algunos de ellos indispensables, otros no tanto, aquellos que no consideré estrictamente necesarios, nuevamente no los proporcioné. De ahí me pasaron con un agente de la Policía Ministerial, esta policía que es la única en el país que no anda uniformada, visten como quieren, eso sí pistola afuera, actitud agresiva, y preguntas como si uno fuera responsable.
Salí del Ministerio Público más de 4 horas después; los detenidos que vi esa mañana, me confirmaron una vez más, que la justicia en México se aplica, en su mayoría, a los “jodidos”, los que no tuvieron para dar una mordida, los que cometieron delitos que tuvieron el ojo de la prensa encima, los que no quisieron repartir, los que no tienen para un buen abogado, los que viven en situación de calle, los que pisaron callos.
Mi trámite era menor, lo necesitaba para los seguros y de respaldo. Me aterra pensar en las personas que han sido víctimas de un delito de alto impacto, por esto no se denuncia. Aunque hay excepciones, en su generalidad, nuestras instituciones de seguridad y procuración de justicia están podridas. En un país volcado al tema electoral, un problema que sigue creciendo es el de la inseguridad.