Mi percepción sobre las manifestaciones ha cambiado en los últimos años. Bastaron unos meses en la Ciudad de México para darme cuenta de la enorme diversidad de causas que dan origen a estas expresiones y entender que aunque generan molestias son, en muchas de las ocasiones, la única vía para visibilizar su situación.
El tema de fondo es que no existen instrumentos de verdadero poder para los ciudadanos. Ahí está el problema de los campesinos, ¿cómo hacerle entender a la mayoría de los diputados que lo que necesitan son apoyos para producir más y no apoyos asistenciales?
Por meses, organizaciones campesinas, productores y académicos buscaron, a través de audiencias, foros y propuestas, sensibilizar a los legisladores sobre sus necesidades. Agotaron todos los medios. Su posición era clara y legítima: el campo requiere apoyo para ser competitivo. Sin apoyos para los productores mexicanos, se está apoyando a los extranjeros por las importaciones que vamos a requerir.
No fueron escuchados. La cerrazón se impuso a la razón. El resultado: la toma de la Cámara de Diputados por más de una semana y seguramente vendrán pronto nuevas movilizaciones a medida que durante el próximo año, tampoco encuentren respuestas.
La manifestación por parte de las mujeres exigiendo seguridad no es más que un reflejo de desesperación ante la realidad de la que son víctimas. Amenazas, violencia, acoso, violaciones, homicidios, trata de personas, son delitos que lamentablemente están en el día a día de este país; pero si hablamos del caso de las mujeres el problema es mucho peor.
Las mujeres mexicanas llevan décadas esperando acciones, y las cosas para ellas no cambian. Así que más que ofenderme el daño a un monumento por importante que este sea, me ofende que las niñas y mujeres que me rodean estén en constante peligro. Me ofende que la incompetencia, la impunidad y la corrupción logren que cuando se les lastima y denuncian no pase nada. Me ofende que muchos medios de comunicación difundan más imágenes de las mujeres manifestándose llenas de coraje que del por qué llegaron a ese punto. Tenemos que despertar como sociedad, dejar de ser apáticos. Me queda claro que las manifestaciones afectan a la sociedad, pero cuando estas son legítimas, daña más su ausencia. _