Si llegas a leer esta columna gracias a las redes sociales es porque somos afines. Las redes sociales buscan mostrarles a los usuarios publicaciones que nos gustan para que gastemos más tiempo en ellas.
A partir del boom de las redes sociales, una de las grandes interrogantes que surgieron era cómo frente a los miles de millones de publicaciones que se generan día con día, las personas elegirían los contenidos a seguir.
Hoy poca de la información que tenemos a nuestro alcance está a nuestra elección directa. Complejos algoritmos utilizan técnicas de predicción que analizan nuestros gustos a partir de quienes somos, de nuestros amigos e intereses, entre otras variables, para escoger las publicaciones, noticias, anuncios y marcas, de manera automática.
En muchos casos no somos conscientes de lo que consumimos a través de las redes sociales porque, aun y cuando parece que tenemos el control de nuestros perfiles, la elección directa es mínima. La información viene sesgada y dado que llega de manera casi “natural”, acabamos dando por válida una gran cantidad de información chatarra.
México, y no se diga el mundo, es extremadamente diverso; pero en las redes sociales donde en promedio pasamos más de tres horas al día, solo vemos a personas que de una u otra forma piensan, actúan y viven como nosotros, aislándonos de personas con puntos de vista distintos, encerrándonos en nuestra burbuja social.
Esto ha generado sin duda un problema para la inclusión y para el debate, y ha abonado de manera importante a la intolerancia y división que hoy vivimos.
Los seguidores de un partido o de un político pueden llegar a ver durante horas, una cantidad mucho mayor de contenidos afines a esa persona o partido; por supuesto que, después de esto, muchos al ver un comentario en sentido negativo, lo descalifican de inmediato, a veces con un nivel de odio que debe ser ya motivo de alerta.
En Estados Unidos está muy medido. Mientras que, en 1960, el 5% de los republicanos y demócratas afirmaban que se disgustarían si su hijo(a) se casara con un simpatizante del otro partido, para 2010 casi el 50% de los republicanos y más del 30% de los demócratas se sentirían disgustados si esto ocurriera. La polarización va en aumento. (Agradezco la colaboración de la Lic. Luisa Arias).