Toda mi vida profesional ha estado ligada a la política nacional, y de lo único que estoy seguro es que a pesar de que vivo de analizar el escenario público, no le entiendo a la política, al menos no a la actual.
No le entiendo a la política porque en todos estos años no he encontrado una sola razón para pasar por encima de lo que para mí es correcto. Promover posiciones que no despiertan en mí convicción alguna, me sigue pareciendo de lo más bajo que una persona puede llegar a hacer.
Yo creo en la lealtad que se otorga a las personas, no a los puestos, y que la confianza se gana, pero no con base en la sumisión, sino en los resultados.
En estos años, sigo sin entender cómo los grupos pueden llegar a privilegiar sus intereses, aún por pequeños que sean, frente al beneficio de todos.
Es de gente pequeña de mente y espíritu querer asegurar algunas posiciones, en lugar de ir a dar batallas.
No le entiendo a la política, al menos no a la actual, porque me resisto a ver que, en los temas públicos, las personas consumimos emociones y no razones. Sembrar odio o miedo tarde o temprano se paga.
He aprendido después de los puestos, te quedas con la persona que eres y solo con eso. Hacer tu persona al puesto y no el puesto a tu persona siempre es una mala inversión porque siempre tiene finales muy tristes.
Estoy convencido que se necesita un cambio, pero no necesariamente generacional. Hay muchas generaciones de políticos jóvenes que tienen los mismos vicios que las generaciones anteriores. Hay muchas generaciones de políticos jóvenes que añoran llegar para ser ellos quienes sigan haciendo lo mismo.
Me resisto a mostrar una personalidad diferente a mi esencia, a intentar ser perfecto para que un electorado te admire por ser una persona que simple y sencillamente no eres; pero que todavía peor, no existe, nadie lo es.
Creo que en lo público se necesita escuchar más lo técnico para poder ayudar a más personas, pero si tuviera que llegar de todo esto a una conclusión sería que la política o sirve para ayudar, en esas situaciones donde a las personas les va la vida, o no sirve para nada.
A una persona se le puede olvidar el mejor de tus discursos o de tus iniciativas, incluso el puesto que tuviste; pero nunca se le va a olvidar el día que la pudiste apoyar. _