El día de ayer, en la Cámara de Diputados, se desplegó un operativo nunca antes visto en los últimos años. Con los accesos bloqueados por las expresiones de manifestantes, las diputadas y diputados tuvieron que ingresar al Palacio Legislativo de San Lázaro, en medio de un fuerte operativo policíaco y atravesando las oficinas del Poder Judicial de la Federación.
No había otra forma de entrar. La sesión programada para el día 22 de diciembre había sido aplazada. Quién iba a pensar que a tan solo 23 días de haber tomado posesión Andrés Manuel López Obrador, la situación para aprobar el presupuesto iba a estar así de descontrolada.
Creo que el mensaje es claro: en el México actual, 30 millones de votos no son suficientes para hacer lo que diga una sola voluntad.
Es evidente que manifestaciones siempre ha habido en los procesos del presupuesto; pero la realidad es que, en esta ocasión, ha faltado oficio político para atender y manejar los reclamos.
Presupuestalmente, son las promesas de apoyos a adultos mayores y a jóvenes que no estudian y no trabajan, así como los recursos para los migrantes centroamericanos, los que han obligado a este gobierno a reducir los recursos en sectores sensibles como el campo.
En este sentido, la posición del gobierno ha sido la de seguir apostando a los programas de bienestar, sacrificando sin duda, el apoyo a los programas productivos. El tiempo mostrará los resultados que le dan al país.
El primer proceso de aprobación de un presupuesto en esto que han llamado la 4ª transformación, le ha enseñado a muchos que no es lo mismo construir que destruir; no es lo mismo señalar que gobernar; y como dicen coloquialmente: no es lo mismo ser cantinero que borracho.
