El viernes por la noche se supo que podía haber más de 20 personas muertas por la explosión en el Estado de Hidalgo; solo pude pensar en lo lamentable y lo terrible de la situación. Ahora que se ha confirmado el deceso de aproximadamente 80 personas, simplemente no existen palabras. Lo ocurrido en Tlahuelilpan es una tragedia nacional.
Que quede claro: el hecho de que estuvieran ahí para sustraer combustible no le quita la connotación de tragedia. Son verdaderamente preocupantes las expresiones de muchos en las redes sociales haciendo ver como si la muerte de esas 79 personas no importara o, peor aún, como si hubiera sido justa.
Creo que lo que vimos en Hidalgo es un triste reflejo de la realidad de nuestro país. Ahí se juntó la falta de recursos económicos con la falta de valores morales. Fue una multitud que pese a haber sido advertida de los riesgos, obedeció más a la necesidad que a la razón.
Lamentable porque si muere un mexicano, sea quien sea, se lastima a nuestra sociedad. Detrás de las malas decisiones que toma una persona para alejarse del marco de la ley, hay una cantidad de circunstancias impresionantes, y en muchas de ellas como comunidad, somos corresponsables.
No podemos darle tan poco valor a las vidas. Ninguna vida es pequeña. Es momento de hacer una reflexión profunda. Los tiempos de competir ya pasaron, son tiempos de construir país, y eso requiere de todos. Si seguimos (principalmente en redes sociales) analizando cada situación bajo la óptica de la división, marcando nuestras diferencias, burlándonos y dándole tan poca importancia a algo tan valioso como es la vida de otro mexicano, el resultado será catastrófico.
Ojalá que las familias encuentren pronta resignación. Ha sido un golpe durísimo para nuestro país.
Decía Mary Lion que, si alguien piensa que no tiene responsabilidades, es que no las ha descubierto. Nuestra responsabilidad a partir de esto debe ser, más que nunca, promover y ser más humanos, desde lo que pensamos hasta lo que comunicamos.
