El matemático y filosofo británico Bertrand Russell decía que “la humanidad tiene una moral doble: una, que predica y no practica; y otra, que practica, pero no predica”.
El tema de la caravana migrante parece desnudar esta doble moral no solo entre las naciones, sino también entre los individuos. En este sentido, creo que tenemos que partir por entender la complejidad que representa tener una posición absoluta.
México es un país que sabe y entiende el fenómeno de la migración. Históricamente la gran fuerza de sus migrantes ha sido un motor de crecimiento económico. De acuerdo con el Banco Mundial, nuestro país es el cuarto receptor de remesas en el mundo y de ellas, más de un 95 por ciento proviene de los Estados Unidos.
Estamos hablando de la segunda nación con más emigrantes del mundo, solo por detrás de India, con 13 millones de personas. Esta cifra alcanza los 30 millones de paisanos si consideramos a los descendientes de padres mexicanos; es decir, cerca de un 10 por ciento de la población total de los Estados Unidos. De ese tamaño es la importancia migrante connacional. Como país sabemos que la migración es producto de la falta de oportunidades y nos duele cómo nuestros paisanos lo arriesgan todo para salir adelante. Por ello, frente a nuestra nueva relación con los Estados Unidos, son millones de paisanos los que exigen el más decidido de los respaldos. La prioridad es clara: velar por el máximo respeto de sus derechos humanos y buscar mejorar sus condiciones de vida. Y así como nosotros buscamos eso para los nuestros, lo mismo debemos hacer con nuestros hermanos centroamericanos. Hoy los ojos del mundo ven con atención a la caravana de 3 mil hondureños que quieren entrar a territorio mexicano. Y ahí aparece la doble moral que refería Russell. Fácil sería hablar con irresponsabilidad, pronunciar algún discurso demagógico y decir que no debe haber en el mundo fronteras que dividan a las personas; pero la realidad es que para la viabilidad y el funcionamiento de cualquier nación debe respetarse su marco normativo. Las leyes a la luz del nuevo constitucionalismo deben aplicarse siempre que no violen derechos humanos. Peligrosísimo sería para cualquier democracia dejar de observar sus leyes o querer aplicar excepciones a capricho.
Nuestra ley establece supuestos para las visas humanitarias y los miembros de la caravana no están en esos supuestos. No es violar sus derechos humanos; lo que nuestro país pide es que se respete su Estado de derecho y que no se utilice a personas que tienen una gran necesidad para activismo político. Al final (y curiosamente) el gran beneficiado de este tema parece ser justamente Donald Trump. Vienen elecciones para el Congreso de Estados Unidos el próximo mes y hoy este político xenófobo está diciendo “se los dije”, hablando del muro y repuntando en aceptación.
La caravana de migrantes
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Saúl Barrientos
Tampico /