Lo Hace cuatro meses estuve con mi familia en el centro del país para tomar unos días de descanso. Uno de esos días, recibí una lección que hasta hoy no puedo olvidar y que quise compartir en este espacio.
Dicen que la calle no miente, que los números que vemos en los escritorios ahí se viven y tienen toda la razón.
Uno de esos días caminábamos por el Centro Histórico de aquella ciudad. Era hora de cenar y, como de costumbre, mi sobrino pedía a sus abuelos que lo llevaran por una pizza; busqué en internet y el único restaurante que aparecía ahí estaba a varias cuadras de distancia.
Decidimos buscar algo más cerca y caminamos en sentido contrario. Nos encontramos un restaurante de pizzas. Estaba completamente solo.
Con cierta dosis de duda, ingresamos en aquel negocio. Nos atendió una mujer de edad media que se veía extremadamente feliz de recibirnos. La comida fue excelente, la atención inmejorable. Platicando con ella, resultó que su madre era quien cocinaba y que la única persona al fondo era la nieta de 12 años que hacía su tarea.
Salimos de ahí muy contentos porque, sin decir nada, se sentía en el ambiente que habíamos llegado a dar un poquito en un momento difícil. Mientras nos retirábamos en la ventana del inmueble, vimos un lamentable letrero que decía “se vende”. Fue un sabor agridulce.
De inmediato pensé en las estadísticas de micro, pequeños y medianos negocios que cerraron y están cerrando como consecuencia de la pandemia. No tengo idea qué ha pasado con aquel restaurante, pero espero de todo corazón que a esa familia le esté yendo bien.
En los próximos meses se discutirá el Presupuesto de Egresos de la Federación para el año 2022 y creo que, si algo ha hecho falta, es un apoyo más decidido para este tipo de situaciones.
El país demanda apoyos focalizados a aquellos que perdieron su trabajo o su pequeño negocio. También las clases medias requieren políticas públicas.
Como personas también tenemos un compromiso de mínima conciencia social. Me da vergüenza haber tenido dudas de comer en aquel lugar solo porque no tenía gente. Hoy recuerdo con gusto que me nutrió el alma. _
