La vida nos ha cambiado a todos a raíz de la pandemia. Aunque en su mayoría el coronavirus ha significado dolor y crisis, también nos ha llamado a un ejercicio profundo de reflexión e innovación.
La transición hacia lo digital es una realidad inevitable, pero en México le hemos tenido miedo al uso intensivo de la tecnología porque los niveles de desconfianza en nuestras instituciones son enormes, impactando la productividad.
La pandemia vino a demostrar que la justicia digital ya no es un tema deseable, tiene el carácter de indispensable. La necesidad de adaptarnos e incorporarnos en serio a la era digital irrumpió.
Con tantas posibilidades de comunicación y de información, el ritmo de la vida productiva no puede estar supeditado a la presencia física.
Investigando sobre las herramientas de trabajo que viven un auge, y como las videoconferencias, llegaron para quedarse, encontré los servicios de digitalización de documentos y de firma electrónica.
Plataformas electrónicas como CDO (Certificación Digital Online) ofrecen lo que es el presente y futuro del trabajo: digitalización de documentos cumpliendo con las disposiciones de ley y de la NOM-151; ello significa que a los documentos escaneados o generados digitalmente se les aplican constancias de conservación (sellos digitales) la cuales permiten tener certeza de su no alteración, y son certificados por un notario o corredor público teniendo fechas ciertas y válidas ante las autoridades.
Actualmente las leyes mexicanas permiten a las empresas generar y conservar de manera electrónica alrededor del 95% de su información. Los beneficios son: mayor certeza, menos costos, menor necesidad de espacios físicos de almacenamiento y, lo que para mí es más importante: cuidado del medio ambiente, imprimiendo cada vez menos.
Otro gran tema es el de firmar contratos, como el de prestación de servicios, o documentos (p. ej. de procesos internos) -e incluso actas constitutivas- sin necesidad de hacerlo presencialmente y con plena certeza legal gracias a la firma electrónica avanzada e igualmente con constancias de conservación y certificación.
Es el presente y el futuro, para las empresas privadas y creo que deberá serlo cada vez más también para las instituciones públicas. El mundo no se detiene, el derecho tampoco puede rezagarse.