Los desastres naturales son eventos que lastiman a las poblaciones que sufren las consecuencias, además de que están expuestas a enfermedades contagiosas, aunado a la lenta recuperación de su forma de vivir.
Pese a la llegada de apoyos, la atención no es igual y mucho menos habrá equidad en el reparto de las cosas. A esto se suman casos de rapiña.
Hoy, Tula es un desastre por la inundación de sus calles. Además de la presencia de actores oportunistas que han aprovechado la situación para tomarse la foto y hacer campaña.
Vemos cómo muchos presidentes municipales se han atribuido el apoyo que reciben de la ciudadanía para entregarlo personalmente, dando una imagen de altruismo, aunque todos saben que fue parte de una campaña electoral.
Otros presidentes se han aprovechado de la generosidad del pueblo al entregar ayuda a los centros de acopio, sin embargo, la marcan como apoyo de la misma autoridad, olvidando su obligación con el pueblo de su municipio que sufre también problemas. Aunque el saldo supera las 16 defunciones y 70 mil afectados, a la fecha no hay intención de buscar responsables por la falta de un protocolo para enfrentar situaciones de alto riesgo y los grupos políticos no han mostrado intención de acercarse a la gente, no hemos visto que diputados ni dirigentes partidistas hayan ofrecido a la gente de Tula una propuesta seria para recuperar su patrimonio perdido en este desastre.
Cuestión aparte es la gestión humanitaria del gobernador Omar Fayad que nunca ha dejado sola a la gente de Tula por su forma de apoyar a los hermanos tulenses.