Los partidos de oposición casi siempre tendrán una ventaja en territorios en donde el partido gobernante representa al poder político que genera la inconformidad de gran parte de la sociedad por la insatisfacción con el desempeño gubernamental, fenómeno que se ha incrementado especialmente en los municipios, creando un descontento del desempeño y la gestión de su gobierno e incluso con su partido, asentados en un ambiente ideal para una nueva esperanza de cambio.
En este escenario hay que considerar que los procesos de alternancia son conformar equipos de alianza o coalición entre diversas fuerzas políticas y la presencia de partidos políticos en la competencia intrapartidaria, estableciendo acuerdos cuyo incentivo es el cambio del poder únicamente para ganar espacios de representación y garantizar la presencia política de los partidos opositores.
Por ello, las alianzas se entienden como estrategia política con propuestas relevantes en términos electorales siendo parte de su oferta; sin embargo, si la alianza no se implementa dentro del marco puede ser fracturado y afectar la estructura interna del partido al igual que la estabilidad de la organización.
No basta esto, sino también alcanza a violentar la identidad de la organización como lo es el caso que ocurre en el estado de Hidalgo, las alianzas opositoras, Partido Acción Nacional, Partido de la Revolución Democrática y otros, inician con grandes abrazos, fotos y terminan con un gran fracaso.
Es así como las alianzas en Hidalgo sólo generan incentivos individuales y su adopción es que los dirigentes logren protegerse en puestos electorales y no con el afán de lograr un cambio y mucho menos buscar alternativas del sistema político.
La mala interpretación de alianza o coalición por parte de los dirigentes de ambos partidos representa un gran riesgo desde el sentido común de la palabra alianza como probabilidad de cambio.
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