Mientras que nos jactamos de ser la sociedad que exige, reclama y se enoja ante la inseguridad, el racismo, la violencia de género, etcétera, por lo visto no se expresa la misma indignación ante la distribución de pornografía, incluso infantil, mediante redes sociales y servicios de mensajería instantánea.
La misma sociedad que ha promovido hasta el exceso la “cultura de la cancelación” ante el atisbo de una mínima señal de alguna expresión de algo políticamente incorrecto y que hurga en las redes sociales de creadores para censurarlos por expresiones de años atrás, hoy emigra a Telegram ante la confusión generada por el aviso de privacidad de WhatsApp.
Llama la atención, pues apenas hace casi tres años, Telegram enfrentaba una sanción en la App Store, la tienda de aplicaciones del sistema iOS, por distribución de pornografía. Pavel Durov, fundador de Telegram, lo confirmó vía Twitter.
“Apple nos notificó que había contenido inapropiado al alcance de nuestros usuarios y las dos aplicaciones fueron retiradas de App Store. Una vez que hayan sido instalados los sistemas de protección adecuados, esperamos que vuelvan a la App Store" (Twitter 01-02-2018).
Si bien Telegram fue restituido en la App Store, ha continuado en el foco de atención junto con otras apps, por denuncias de ventas de imágenes de abuso sexual infantil y datos de tarjetas de crédito abiertamente en oferta, según una investigación de la BBC. De acuerdo con la información, las aplicaciones de mensajería segura como Telegram o Discrod se han popularizado por contar por un sistema de encriptación P2P (peer-to-peer, o de extremo a extremo) lo cual, según los expertos, los pone “fuera del alcance de los agentes de la ley”.
Pero el tema trasciende a una app. Resulta incomprensible que, a la par de la pandemia, el abuso sexual y la distribución de pornografía infantil hayan crecido de forma exponencial, sin causar preocupación a la sociedad que hoy se debate sobre si borrar o no sus fotos de los sistemas de mensajería instantánea.
Europol presentó un informe en junio pasado en el que alertaba de que, a medida que los Estados miembros habían introducido restricciones y cuarentenas, habían observado un creciente intercambio de material de producción propia relacionado con la pornografía infantil en internet. Europa no es un caso aislado. Diversos informes y organismos de todo el mundo apuntan a que ha habido un aumento del consumo de ese material.
Pero incluso en este tipo de violencia hay sesgo por género. De acuerdo con la inspectora Cecilia Carrión, integrante del Grupo III de Protección del Menor de España, la gran mayoría de los pedófilos que actúan en línea comparten algunos rasgos. Y uno distintivo es que "en 99 por ciento de los casos son hombres". Y si bien en los primeros años no hay gran diferencia en las estadísticas, a partir de los 10 años de edad, 70 por ciento de las explotadas son mujeres.
Y mientras seguimos dando batallas contra molinos de viento, migrando de plataformas a otras, pontificando o linchando los términos y condiciones, frente a nuestros ojos, en los círculos íntimos, miles de niños sufren explotación sexual sin que nadie se sienta tan ofendido como lo están por las cláusulas de las redes sociales. Indignación selectiva no traerá justicia efectiva.
* Maestra en Artes y doctora en Educación. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL.
@saraiarriozola