Romper el techo de cristal, alcanzar puestos directivos en grandes corporativos, paridad legislativa, que haya mujeres líderes en el mundo de los negocios y académicas destacadas… ésta parece ser la prioridad de las agendas feministas hoy en día.
Y si bien nadie niega que es necesaria la paridad en posiciones de poder y es un anhelo legítimo lograrla, la lucha por abatir la brecha de género, a últimas fechas, enfila sus baterías hacia esta agenda, de tal manera que se deja de lado a los sectores donde una gran parte de mujeres a nivel mundial están concentradas, que es la economía del cuidado. Tal parece estarse tornando más un feminismo del privilegio que una lucha por la igualdad.
Esto ha sido un fenómeno que parece replicarse por igual en cualquier continente. En Australia, Sam Mostyn, directora de una empresa independiente, defensora de las mujeres desde hace mucho tiempo y actual presidenta del grupo de defensa Chief Executive Women, pronunció el pasado noviembre de 2021 lo que posteriormente sería aclamado como “un discurso histórico”.
Y cuando todos esperaban un discurso enfocado a los daños por la pandemia a las posiciones jerárquicas de las mujeres, ella se centró en la llamada "economía del cuidado" y la "infraestructura del cuidado", en particular los bajos salarios y las malas condiciones que son el sello distintivo de las industrias del cuidado, el cual ha sido dominado por mujeres, incluidos los servicios de atención a la tercera edad, educación y atención en la primera infancia y servicios de apoyo a la discapacidad.
El discurso de Mostyn representó un punto de inflexión para el feminismo australiano: una transición del "feminismo de profesionales" –priorizado por el discurso feminista no solo australiano sino mundial durante casi una década– a un "feminismo de cuidadoras" que lidiaba con el papel crítico que el cuidado y la infraestructura del cuidado juegan en nuestra economía: es el trabajo que hace posible que otras mujeres trabajen.
Esta afirmación no es nueva, aunque sí provocadora para muchas. En 2021, Anne Marie Slaughter, directora ejecutiva de New America Foundation, escribió en The New York Times que si las mujeres en el poder habían logrado llegar a las posiciones era precisamente porque otras mujeres han realizado tareas por ellas con bajos sueldos.
“El valor y la visibilidad de la atención va mucho más allá de la definición de infraestructura. Es la cuestión central del feminismo del siglo XXI, y una durante mucho tiempo ignorada o minimizada no solo por los hombres, sino también por muchas mujeres prominentes, en particular mujeres blancas adineradas que han podido aprovechar el privilegio de la raza y la clase”
A pesar de lo muy discutible que pueda ser esta posición y que se pueda afirmar que el atender este sector es reforzar estereotipos y encasillar a las mujeres en estas funciones, es innegable que es el aquí y el ahora de lo que se tiene como realidad. Que lo malo no es la labor, sino los sueldos y las malas condiciones laborales y el estigma de ser labores no remuneradas o con salarios míseros. Que mientras no se fortalezca la base, no podemos seguir la lucha por más privilegios para las privilegiadas. Pues la igualdad es para todas, o no será.
Por Sarai Aguilar Arriozola*
@saraiarriozola
*Doctora en Educación. Máster en Artes con Especialidad en Difusión Cultural.