Política

Carmen Mola: fraude con perspectiva de género

“Los hombres miran a las literatas peor que mirarían al diablo”.

Este adagio por siglos se ha cumplido, con mujeres escondidas detrás de seudónimos masculinos. Desde el siglo XVIII las mujeres que querían dedicarse a la literatura apostaron por ocultarse tras un nombre de varón para salir de una vez por todas del claustrofóbico espacio privado al que las habían mandado. La lista es larga: George Eliot (Mary Anne Evans), Víctor Catalá (Caterina Albert i Paradís), Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber), Curren, Ellis y Acton Bell (las hermanas Brontë), Rafael Luna (Matilde Cherner) y George Sand (Amantine Aurore Dupin).

Y si bien en esa época el uso de un seudónimo estaba relacionado con la posibilidad de ser leídas, ya que siendo mujeres esto les sería negado, en tiempos actuales hay quienes han decidido que pueden hacer fraude con perspectiva de género.

Y para muestra tenemos a Carmen Mola, la escritora inexistente que dio cobijo no a un hombre sino a tres: Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez. Y develar la mentira les redituó en un millón de euros, cortesía del Premio Planeta.

La historia de la farsa arranca en 2018. En ese año se publicó en España una novela policiaca llamada La novia gitana. La obra inició una exitosa serie de tres libros, que ha vendido cientos de miles de ejemplares y ha sido traducida a múltiples idiomas.

Y si bien se podría dar una respuesta simplona de “es común usar seudónimos en la literatura”, “ también las mujeres lo han hecho”, la comparación no tiene lugar, puesto que ellas lo hicieron para poder ingresar a un mundo donde el simple hecho de ser mujer les negaba el acceso. En este caso el engaño no sirvió para que autores pudieran tener libertad para escribir, sino para perpetuar un estereotipo de género.

Amparados en el prejuicio de que las mujeres no escriben thrillers, menos sangrientos y que de hacerlos se sentirían mal, en ese lugar común surgió “Carmen Mola”. De acuerdo con el Washington Post, Carmen era una profesora universitaria de cuarentitantos años que vivía en Madrid con su esposo y tres hijos. “No quería que mis colegas de la oficina, mis cuñadas o mi madre supieran que había escrito un libro en el que alguien asesina a una mujer introduciéndole larvas de gusanos en el cráneo. Para mi círculo, soy mucho más convencional”, le dijo supuestamente Mola a su agente, según el diario francés Le Figaro.

Y si bien no faltará quien alegue que esto se hizo debido a la “presión social que viven los hombres a causa de las feministas”, nada más alejado de la realidad. En España, donde ocurrió la controversia, los autores de la mayoría de los libros publicados en España (más de 60%) son hombres.

Lo que faltaba: que entre las muchas conquistas pendientes de la lucha feminista tengamos que cuidarnos de que el fraude no lleve nombre de mujer. Y esto no es un cuento.

Por Sarai Aguilar Arriozola

@saraiarriozola*

* Doctora en Educación y Maestra en Artes. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL

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Sarai Aguilar Arriozola
  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
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