“Hoy se marca un día precioso en mi vida”. Así describió Malala Yousafzai el día de su boda. Una boda de ensueño, según fue reportado por medios de comunicación.
Malala ganó el Premio Nobel de la Paz por su activismo en pro de las niñas y mujeres islámicas que viven en los territorios dominados por el régimen talibán. Una vida que contrasta con la de ella misma, una joven islámica viviendo en Inglaterra.
Han pasado siete años desde que Malala se convirtió en la persona más joven en ganar ese galardón, a la edad de 17, por su activismo en pos de la igualdad y la educación, tras ser víctima de un atentado del que milagrosamente sobrevivió. Y las cosas parecen no haber cambiado para bien, sino empeorado. Y Afganistán da prueba de ello.
De acuerdo con datos de la ONU, una cuarta parte de las mujeres de entre 15 y 49 años se han casado antes de los 18. Cabe recordar que aun en fechas recientes, casi la mitad de la población de Afganistán persistía en la carencia de nutrición básica o agua potable. Sumado a la reciente crisis política desatada con el regreso del régimen talibán al poder, el escenario no puede ser peor para las mujeres.
La directora ejecutiva del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Henrietta Fore, denunció en días pasados que bebés de 20 días de edad están siendo entregadas en Afganistán para que sus familias puedan hacer frente a las carencias, con un obvio aumento generalizado de casamientos forzados para las jóvenes del país. Casamientos que más bien son violaciones consensuadas por todos, menos por la víctima.
A esto se suma la deserción educativa, pues a la mayoría de las adolescentes aún no se les permite volver a la escuela a la espera de que los talibanes concreten sus reformas educativas tras su conquista del país a mediados de agosto.
Dejamos a millones a expensas de líderes religiosos con los cuales ahora Unicef busca negociar y llamar a la cordura (como si esto fuese posible) para que niñas no sean expuestas a estos enlaces y puedan continuar su educación. Algo que se ve además atizado por el terror que se ha apoderado del país, pues a los pocos días de asumido el poder, muchas mujeres afganas retomaron el uso del burka, se comenzaron a abstener de salir de casa sin acompañamiento masculino y han abandonado otras actividades para evitar represalias. Aun así, las que se han atrevido a protestar han sido violentamente silenciadas. Por ejemplo, el 4 de septiembre, las fuerzas especiales talibanes dispersaron aproximadamente a 100 mujeres que protestaban en Kabul, efectuando disparos al aire y lanzando, según los informes, gas lacrimógeno (Amnistía Internacional).
Mientras, en Occidente, cerramos los ojos ante lo importante. La deuda con las mujeres bajo este régimen de terror la sentimos saldada al ver que Malala consumó el cuento de hadas: obtuvo un Nobel, terminó un grado académico y se casó. Y esto nos da un alivio mental: hemos actuardo y triunfado. ¿Será?
Por Sarai Aguilar Arriozola*
@saraiarriozola
* Doctora en Educación y Maestra en Artes. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL.