Las ideas y pensamientos que han considerado durante años cualquier forma de violencia contra las mujeres como normal es, sin duda alguna, retrógrada. Esos arcaísmos medievales que durante centurias han visto como seres inferiores a las mujeres, lamentablemente, siguen vigentes. Ciertamente, en este largo y difícil camino, la lucha por erradicar la violencia contra la mujer ha ido avanzando pero aún subsisten, brotan esos pensamientos arraigados en el fondo del pensamiento de algunos hombres y, debo decirlo, también de algunas mujeres.
Luego entonces, ¿cómo cambiamos la mentalidad e ideas de estas personas que siguen creyendo que la misión en la vida de las mujeres es tener hijos y hacer feliz a su marido? Con educación y cultura.
La educación inicia en el hogar, en la familia. Los valores humanos esenciales y fundamentales como el respeto absoluto, la honradez, la resiliencia, la empatía, la persistencia, entre otros valores, se enseñan de padres a hijos de generación a generación. Pero también se enseñan en la familia, los odios, el asco, los sentimientos hostiles, la falta de respeto, la falta de empatía, las burlas, el menosprecio por la mujer y por tantas cosas. Así que los padres son fundamentales para sentar las bases de generaciones de ciudadanos con una visión completamente distinta a la visión que hoy vivimos.
Por su parte, la cultura es la pareja perfecta de la educación. Una educación sin cultura es como una silla de rueda sin una de éstas, o como un ciego sin su bastón. La cultura es el abrazo que nos recuerda quiénes somos y porqué somos eso; es el elemento articulador que provoca creatividad, obras de arte y de literatura, la gran mayoría basadas en la capacidad del ser humano de transmitir sus propios pensamientos y visiones a través de su propia creación; es la bandera que se iza cuando se logra erradicar el analfabetismo; es el mural que se pinta cuando se rompe con las estructuras óseas fósiles de lo pequeño; es el libro que se lee en los rincones más íntimos de la vida de los seres humanos.
Para erradicar esos pensamientos retrógradas, necesariamente hay que invertir en educación y cultura. No hay de otra.
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