No hay nada más deprimente que un estadio con sus gradas vacías. Gritos de jugadores, ecos y un vacío que es imposible de llenar, aunque los organizadores quieran poblar el ambiente con bocinas altisonantes. Falta la gente y está cabrón por donde lo analices. ¿Quieres lo económico? Adelante, pero es el todo “sentimental” lo que realmente falta. El deporte, los jugadores y la raza están unidos por un cordón umbilical que rara vez se corta.
Y te lo describo así porque soy de los privilegiados en ingresar (por chamba) a los juegos de Rayados, Tigres y Fuerza Regia desde que volvió la actividad. Contexto covidiano que siempre tendrá la problemática de nuestra salud por delante, pero que cerrando este año nos enfrenta entre netas médicas y una moralidad empalagosa que amamos abrazar.
Porque así somos y nos encanta acusar a otro. “Es una locura que abran los estadios”, “Qué tontería arriesgar tu salud”, y un sinfín de frases donde el prejuicio mata a la razón y nos aleja del debate real. Tal cual lo que pasó con restaurantes u otros giros donde se fustigó la apertura económica, ¿o no?
Y por eso te pregunto: ¿Has visto los protocolos que seguirán los estadios? Yo sí y son tan exigentes que hasta llegan a “cansarte”. Sentimiento que ya todos entendemos porque así estamos en nuestros trabajos, centros comerciales o donde sea que queremos ingresar e intentar coexistir con la pandemia.
Si no, ¿qué harías tú? ¿Encerrarte en casa? ¿Comprar todo en línea? Quizá seas de aquellos que pueden aislarse del planeta, pero la tendencia socioeconómica de esta crisis sanitaria demuestra que debemos seguir adelante y aprender a convivir con el virus.
Decisión que tendrá su punto culmine con la reapertura de los estadios (30% de aforo) y que no debiera aterrarnos. ¡Ojo! Porque aquí también entramos en terrenos políticos y el mensaje puede ser muy confuso. Ejemplo que tenemos con el doctor De la O navegando ambigüedades por temor al “costo” social de una decisión que puede maquillarse de muchas maneras cuando cerremos el año con temperaturas de cero grados.
Moraleja: El mundo nos ha dado muchas enseñanzas sobre cómo abordar este problema y seguramente en noviembre volveremos a los estadios. ¿Retrasos? Se deberán más a matices políticos que a razones de salubridad para una pandemia que nos reeducó sobre los hábitos “saludables” más básicos de la vida y ya debiéramos animarnos a aceptar que no se irá.