La ciudadanía tiene en sus manos hacerse de la paternidad de la exclusión de todos aquellos que no representan sus intereses, lo hacen a medias, se empeñan en desplegarse sin respeto a la inteligencia promedio de estudiantes, tuiteros, votantes, clientes, usuarios o transeúntes.
La paternidad en una sociedad machista, paradójicamente, tiene poco crédito comparado con el concedido a la maternidad.
Nadie defiende la expresión “padre de todas las batallas”; desmerece “Padre de Dios” ante “Madre de Dios” y si hay que ofender o intentarlo con el prójimo detestado no se acude a mentarle el padre a nadie.
Si nos dicen que carecemos de padre, aunque sea cierto por abandono, lejanía permanente, muerte temprana o probable hasta por algún mecanismo progenitor in vitro, a pocos ofende.
Aunque se insista fácticamente en la ausencia de una “matria”, una categoría sin prestigio historiográfico visible hasta ahora, ante la eminencia construida de “la patria" que nos da, se dice, historia, identidad y futuro, intuimos que es más importante el rol de las mujeres en la construcción de la comunidad familiar y más ampliamente colectiva.
En esta víspera de celebración del Día del Padre, siempre indefinido y sujeto como las elecciones a un variable día en un turno dominical de junio, los priistas, por ejemplo, buscan al padre de sus numerosas derrotas. Necesitan sacrificar con urgencia al presunto responsable del inédito deterioro continuado y cotidiano de su escasa reputación pública, a considerar por resultados electorales, audios revelados y publicaciones generalizadas.
Autoridades electorales predominantes en tanto grupo cuya estancia en esa institución dependió del aval de políticos que han sido desplazados del centro del poder, se empeñan en ser los padres de una democracia que no es sino resultado de una voluntad solamente gestionada accesoriamente por ellos. Ahora se lanzan para tratar de que se auto incrimine la jefa de Gobierno de la CdMx, Claudia Sheinbaum, como lo hacían los abogados previos al actual sistema penal acusatorio donde se excluía enfáticamente la presunción de inocencia.
Quieren ser padres de un retroceso procesal que no hace sino destilar una animadversión nunca enfrentada por Enrique Peña Nieto desde el INE cuando el mexiquense se promovía radiante y caramente para ser candidato a la Presidencia de la República.
Desde el evento de Toluca, es imposible disociar a Sheinbaum de la paternidad de una etapa que implica ocupar el prólogo de la próxima derrota del PRI en el Estado de México. Se asoma la oportunidad significativa de un legado en que se indica que el esfuerzo transformativo cuestiona la predominancia del varón.
Y con esa probabilidad implícita se anexa la conversión del territorio del poder en uno que se construye desde lo femenino y feminista. Maternidad y paternidad de futuro. Sobre todo, ciudadanía.
Salvador Guerrero Chiprés@guerrerochipres