Un segmento significativo, aunque no mayoritario de la sociedad, padece un peculiar cautiverio. Sujeto a sus propios límites, los encuentra solamente en el opositor, en este caso, el gobierno.
Es presa de la contradicción en que se reclama equilibrio de análisis, se critica la polarización retórica, se habla de participación ciudadana sin ofrecer nobleza, carácter o sentido común compartible por un amplísimo sector social que —¿inexplicablemente?— no los entiende, no los siente y tampoco los respalda.
Al mismo tiempo, niegan sapiencia al adversario o le insultan. Intentan o realizan movilizaciones, así sea minúsculas, en contra de la participación ciudadana, por ejemplo, respecto del ejercicio cívico del próximo domingo 10 de abril, a pesar de que se afirma que la participación ciudadana es constitutiva del horizonte democrático y que es organizada por el INE, a cuyos consejeros dicen defender.
Es un segmento cautivo de su alegato. Dice estar a favor de un mundo que se fue, en una inexistente época de oro de instituciones que ahora ven en riesgo y a las cuales tenían acceso de dirección y presupuestaria.
Simultáneamente, se critica al gobierno por concentrarse en el uso de la herramienta retórica de la crítica del pasado. Se perdió, provisional, parcial y súbitamente, “el derecho de picaporte”.
Ante la evidencia del mantenimiento de las estructuras macroeconómicas de persistencia de libertades democráticas, ciertamente con graves riesgos para periodistas en entidades especialmente violentas, hay una mezcla de razonamiento en que la incertidumbre y el temor, así como las escalas emocionales que van de la angustia hasta la rabia, son parte de los síntomas de ese cautiverio autoimpuesto.
Por el momento, la básica expresión visceral de repudio nubla el intelecto.
Sin condiciones de ofrecer alternativa sólida a ese denostado cambio de régimen, se pierde de vista que las instituciones que tanto preocupan son atacadas, precisamente por quienes critican al Presidente.
Un día, este segmento autopercibido como politizado y educado, defiende la noción de que las instituciones están abrumadas por el apetito presuntamente autoritario del presidente Andrés Manuel López Obrador, y al día siguiente, cuando hay evidencia de que esas instituciones tienen plenitud de existencia resaltan su carácter autónomo e independiente, su trascendencia… si, y solamente si, la decisión concuerda con la propia expectativa.
Se trate del INE al organizar una consulta que llaman a boicotear, del INAI al defender datos personales y, ahora, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación: si sus decisiones no son para avalar el discurso internalizado del supuesto autoritarismo, entonces, esas instituciones —en este caso los magistrados del supremo tribunal respecto de la legitimidad de la reforma eléctrica, que celebró en un tuit la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum— la única explicación que tienen es que son víctimas de la cooptación autoritaria previamente identificada, demonizada y concluyente.
Necesitamos todos luz… de la eléctrica o de la otra.
Salvador Guerrero Chiprés*
* Presidente del consejo ciudadano para la seguridad y justicia de ciudad de México.