Política

Iglesia, en camino, “semperpurificanda”

Inevitable. El Sínodo de la Sinodalidad al que convocó Francisco Papa y comenzó su primera etapa general el pasado 4 de octubre, festividad del “loco de Dios”, de Francisco de Asís, coloca y circunscribe a la Iglesia católica, como “Pueblo de Dios”, en una dinámica renovadora, más que reformadora; un Sínodo que vuelve a sus “fuentes”, a su “subsistencia” (subsistit). Por ello, el andar que provocará no es programático, predefinido.

Pablo VI, el 15 de septiembre 1965, a dos meses y días de concluir el Concilio Vaticano II (8 de diciembre de 1965), a través del motu proprio“ApostolicaSollicitudo”, instituyó ese instrumento de “consulta episcopal” (ver: https://bit.ly/3LT7LW6), que ha experimentado diversos ajustes. El más reciente con Francisco, a través de la constitución apostólica “Episcopalis communio” (ver: https://bit.ly/3Q8559T) con lo que lo relanzó fortaleciendo la participación de laicas y laicos; es decir, reduciendo su toque “clarical”: “el Sínodo de los Obispos debe convertirse cada vez más en un instrumento privilegiado para escuchar al Pueblo de Dios” […], “por tanto, aunque en su composición se configure como un organismo esencialmente episcopal, el Sínodo no vive separado del resto de los fieles. Al contrario, es un instrumento apto para dar voz a todo el Pueblo de Dios precisamente por medio de los Obispos, constituidos por Dios ‘auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia’, mostrándose de Asamblea en Asamblea como una expresión elocuente de la sinodalidad en cuanto ‘dimensión constitutiva de la Iglesia’”, señaló Francisco al presentar la nueva normativa del Sínodo.

El Vaticano recuerda que la palabra sínodo, etimológicamente “derivada de los términos griegos syn (que significa juntos) y hodos (que significa camino), expresa la idea de ‘caminar juntos’. Un Sínodo es un encuentro religioso o asamblea en la que unos obispos, reunidos con el Santo Padre, tienen la oportunidad de intercambiarse mutuamente información y compartir experiencias, con el objetivo común de buscar soluciones pastorales que tengan validez y aplicación universal” (ver:https://bit.ly/3tvIxqv).

Francisco, al relanzar el Sínodo comienza a dejar de ser “exclusivamente” de Obispos, clarical y de “cúspide”. Lo plantea en el espíritu eclesiológico del Concilio Vaticano II que recupera la naturaleza primigenia de la Iglesia como “Pueblo de Dios”, no en sentido sociológico. Interesante, por no decir “debatible”, lo expuesto por Benedicto XVI, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en febrero de 2000, en la conferencia sobre “La eclesiología de la ‘Lumen Gentium’ expuesta en el Congreso Internacional sobre la aplicación del Concilio Vaticano II (ver: https://bit.ly/46H59mw); Digo “debatible” porque entre lo “subsistente” a la naturaleza de la Iglesia y su concreción histórica cargándose de modelos “humanos” no se libró de pervertir su “subsistencia”. Sobre ello, Leonardo Boff evidenció y señaló en “Iglesia: carisma y poder. Ensayos de eclesiología militante” (Sal Terræ, 1982), y por la que fue sujeto a revisión y posterior “silencio” por Congregación para la Doctrina de la Fe (ver: https://bit.ly/3tgAEFm).

Pero el debate no ha quedado ahí. En 2007, la Congregación para la Doctrina de la Fe, ya con Ratzinger como Papa, atendió algunas “dudas” que provocó la Declaración “DominusIesus” sobre la unicidad y universalidad salvífica de Jesucristo y la Iglesia emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe en el año 2000, en particular la “lectura” e “interpretación” de la expresión “extra Ecclesiamnullasalus” (fuera de la Iglesia no hay salvación), con la que se contraponía al planteamiento ecuménico del Concilio Vaticano II (ver: https://bit.ly/48L6xpL)

Ahora, con ocasión del Sínodo de la Sinodalidad el asunto resurge con las “dudas” expuestas en afirmaciones y preguntas directas a Francisco por cuatro cardenales (Walter Brandmüller (Alemania), Raymond Burke (Estados Unidos), Juan Sandoval Íñiguez (México), Sarah y Zen Ze-kiun (Hong Kong). Si bien plantean cuestiones sobre moral sexual y sacramentos (que podrían surgir en las mesas del Sínodo), e implicaciones sobre el desarrollo teológico y la Revelación (Escritura y Magisterio-), cuestionan (mediante preguntas) que la “sinodalidad” sea considerada “dimensión constitutiva de la Iglesia”. En otras palabras, abordan la naturaleza “subsistente” de la Iglesia (sustancial, en sentido filosófico y teológico). Y si lo consideramos en un abordaje más llano, la duda tiene que ver quién conduce y cómo se conduce la Iglesia en lo “inmanente”, en lo terreno: es Iglesia la la jerarquía que delibera, analiza, determina y conduce, o la Iglesia como Pueblo de Dios en camino donde cada uno desde sus funciones aporta en la decisión y conducción. Es decir, una Iglesia sinodal no es una iglesia “clerical”; no es una Iglesia piramidal, vertical. El ejercicio del “poder”queda reconfigurado, descentralizado;el “poder” se desmonopoliza.

Francisco, en la apertura de la asamblea general ordinaria del Sínodo(primera de dos, pues la segunda será en octubre de 2024), atajó la “duda” anterior. Si bien respondió a las “dudas” de los cardenales, ahora fue más explícito sobre la naturaleza de un sínodo en la Iglesia: “Queridos hermanos cardenales, hermanos obispos, hermanos y hermanas, estamos en la apertura de la Asamblea Sinodal. Y no nos sirve tener una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas ―por ejemplo, si el Sínodo permitirá esto o lo otro; si abrirá esta puerta o la otra―; no, esto no sirve. No estamos aquí para celebrar una reunión parlamentaria o un plan de reformas. El Sínodo, queridos hermanos y hermanas, no es un parlamento. El protagonista es el Espíritu Santo. No, no estamos aquí como en un parlamento, sino para caminar juntos, con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a todos los que están afligidos y agobiados. Partamos, pues, de la mirada de Jesús, que es una mirada que bendice y acoge” (ver: https://bit.ly/3ZJLqjH).

¿Y por qué un Sínodo que arrancará un proceso sinodal, permanente?Pues es una “dimensión constitutiva de la Iglesia” -no le llamó “nota constitutiva”, como lo son “una, santa, católica y apostólica”-. La respuesta, considero, está en alinear el Sínodo al espíritu marcado por Juan XXIII al Concilio Vaticano II, y que Francisco recordó: “Ante todo es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico” (Discurso de Apertura del Concilio Vaticano II, 11 de octubre de 1962. Ver: https://bit.ly/45nCdih)

Con lo anterior, Francisco comenzó su homilía, y su cierre fue con líneas del caminar que espera de la Iglesia: que no imponga “cargas”, que no sea, “rígida”, “aduana”; una Iglesia a la que puedan acudir quienes estén afligidos, agobiados, alejados, quienes tienen cerrada la puerta de la esperanza; constituir una Iglesia de “puertas abiertas para todos, todos, todos”; una Iglesia que se concibe ‘siempre necesidad de purificación, de ser “reparada’”; que la Iglesia deje de ser aquella que “se acoraza contra el mundo y mira hacia el pasado; la de ser una Iglesia tibia, que se rinde ante las modas del mundo; la de ser una Iglesia cansada, replegada en sí misma”.

Y en congruencia con el Concilio Vaticano II, reconocerse como “la Iglesia [que] encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación (Ecclesia in proprio sinupeccatorescomplectens, sancta simul et semperpurificanda, poenitentiam et renovationem continuo prosequitur), y que reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador(imo in pauperibus et patientibus imaginem Fundatoris sui pauperis et patientis agnoscit) Lumen Gentium 8, tercer párrafo.

Lo de fondo en el Sínodo de la Sinodalidad es qué provocará…


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Rubén Alonso
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