Una de las funciones sustantivas del Poder Legislativo, como representación popular, es la integración de instituciones mediante elección y designación de personas para los cargos públicos, la cual está íntimamente vinculada a otras dos: diseñar y aprobar marcos normativos y fiscalizar el ejercicio del poder público. Para ello están facultados, pero acotados por la ley y el tiempo. Ni absolutos ni eternos diputadas y diputados: la soberanía no es ni reside en el Congreso.
La designación de integrantes del Consejo de la Judicatura ha decepcionado. Podrán invocar múltiples razones, entendibles, pero no aceptables. El daño está hecho.
Esto no queremos que se repita. En proceso está la designación de una comisionada o comisionado para el ITEI con una particularidad: la participación por ley de un Consejo Consultivo, integrado por representación social y ciudadana que participa en dos momentos: aplicar un examen de conocimientos a través de un equipo de especialistas y verificar los requisitos formales de elegibilidad de las y los aspirantes.
El año pasado, con tiempo, el Consejo les propuso, a través del diputado Hernán Cortés, una serie de ajustes a la ley para mejorar el proceso y ayudarles a identificar los mejores perfiles para los cargos públicos de comisionada/o. El dictamen aprobado lo dejaron en la “congeladora”.
El Consejo Consultivo hará lo propio cuidando no sólo la trasparencia y legalidad de este, sino la independencia de injerencias mezquinas. No hay que olvidar que el actuar es colegial, no responde a ninguno de quienes lo integran. Quienes lo integramos, más claro, lo hacemos desde nuestras convicciones, principios y conscientes de la representación institucional que ello implica (universidades, cámaras, organismos y ciudadanos en lo individual). Y no lo olviden, nuestro aporte es honorífico, lo que nos da mayor libertad.
Diputadas, diputados: que cada uno haga lo suyo y que rinda cuentas de ello. ¿De acuerdo?
Al Congreso del Estado, como a cualquier Congreso, se sale por la misma puerta por donde ingresaron. Pero no olvidar que la función y servicio público es como la leche: tiene fecha de caducidad, pero si no se cuida la leche se corrompe antes de tiempo. Cuando concluya su periodo, hagan lo propio para salir por la misma puerta mirándonos a los ojos, no por la trasera.
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