Ayer, en el Vaticano, arrancó para la Iglesia en Roma el Sínodo (del griego camino juntos) de los Obispos en la Iglesia Católica, convocado por el Papa Francisco en febrero pasado, y el próximo domingo se prevé que en las 3 mil 181 diócesis en el mundo hagan lo propio. Sin embargo, de manera paralela, paralela y convergente, se realizan movimientos sinodales en otras latitudes, como Alemania y América Latina-Caribe.
Los sínodos, como asambleas, son en la tradición y estructura de las Iglesias orientales la forma ordinaria de gobierno y preservación de la fe (gobierno en asamblea); en las Iglesias occidentales (latina), en tanto, se gobierna y conduce bajo -sub- y con -cum- el obispo de Roma.
Pablo VI, antes de concluir el Concilio Vaticano II (1962-1965), retomó la figura sinodal de Oriente y la incorporó a la Occidental como medio de continuidad al Concilio Vaticano II, y recurso de consulta para el gobierno de la Iglesia en entornos cambiantes.
El proceso sinodal comienza con fases de consultas locales (diocesanas) y tendrá su momento plenario en octubre de 2023. A diferencia de los anteriores (29 desde 1967), ahora se diseñó con mayor apertura: aunque es de Obispos se estructuró para escuchar e incluir a las y los excluidos.
Si observamos el diagnóstico del entorno en que se convoca, las directrices para su realización, su metodología, las preguntas guías para provocar el análisis, reflexión y propuestas en su Documento Preparatorio y Vademécum, se podrá identificar lo “revolucionario”, en línea del espíritu e impulso del Vaticano II (ver www.synod.va). Es alentador.
Pero no es lo único que se mueve en la Iglesia. Alemania comenzó su Sínodo en 2019 (ver aquí), en México está en curso el Encuentro Eclesial para noviembre próximo (ver aquí) y a escala Latinoamericana y el Caribe está en marcha una Asamblea Eclesial.
Para observadores, mientras Alemania impulsa con fuerza cambios de profundo calado, América Latina se enruta con cautela y discreción; pero falta ver qué hará la Iglesia en Estados Unidos, sobre todo el sector ultraconservador, que actúa en ruta opuesta a Francisco.
En estos referentes, Francisco planteó el Sínodo general, en el que converjan los movimientos que se prevén de tensión bajo el principio que todo surja “desde abajo”, evitando formalismos, intelectualismos e inmovilismos.
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