Al iniciar la semana nos llegó la noticia que, de enero a mayo, en Puebla se recibieron 5 mil 366 llamadas de emergencia de mujeres que vivieron algún tipo de violencia. Esto de acuerdo a datos sobre violencia contra las mujeres, Incidencia delictiva y llamadas de emergencia 911, de la página del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Esta cifra indica que habita el miedo en más 5 mil hogares poblanos, y coloca al estado en la sexta posición a nivel nacional respecto a las llamadas de emergencia por violencia contra la mujer. Y si hacemos un acercamiento, se revela que respecto a las llamadas que reportan violencia por la pareja, Puebla presenta 2 mil 192 casos.
La violencia es un problema difícil de erradicar, pareciera que es una condena, tal como la que impusieron los dioses a Sísifo al tener que empujar una roca a lo largo de la pendiente de una montaña, y justo cuando ésta alcanza la cima: cae por su propio peso, condenando a Sísifo a repetir la tarea sin descanso. A diferencia de Sísifo las mujeres no hemos desafiado a los dioses, sólo nos tocó nacer en un país machista y violento.
En enero, las cifras de violencia familiar en Puebla eran de 617 casos, en febrero aumentaron a 716 y para marzo se contabilizaron 790, pero en mayo la cifra repuntó a 849. Lo que da un total de 3 mil 745 carpetas de investigación, de acuerdo a datos de la incidencia delictiva del fuero común enero - mayo 2023, brindados por la Fiscalía General del Estado de Puebla.
La violencia contra la mujer es una pesada roca, la cual ocultamos ante los ojos de la sociedad, pero seguimos empujando mientras sobrevivimos, y la interrogante de cuánto terminará, fluye en cada empuje. Algunas han muerto sin saber la respuesta, pues a nivel nacional Puebla ocupa el lugar número 17 por víctimas mujeres de homicidio doloso por cada 100 mil mujeres, y el lugar número 18 por presuntas víctimas mujeres de homicidio culposo, con 36 carpetas de investigación.
La esperanza va en picada. Pero justo en el instante que llegamos a la cima podemos hacer una llamada de emergencia, pues no hay acción más inútil que seguir empujando la roca.
