Un comediante puede llegar a ser un gran hombre de Estado. Para mayores señas, ahí está Volodymyr Zelensky, elegido en 2019 por los ciudadanos para llevar las riendas de Ucrania. Lo más curioso es que en la serie de televisión que protagonizaba antes de incursionar en la política su papel era el de un profesor de secundaria que de pronto, y de manera inesperada, se vuelve presidente de su país. Su popularidad creció al encarnar a un personaje que denunciaba la corrupción de las élites y que no se adhería a los modos de la tradicional clase gobernante pero, navegando ya en las agitadas aguas de la competencia electoral que lo enfrentó a Petro Poroshenko, fueron justamente esas posturas las que le agenciaron las simpatías del electorado.
Más allá de las aptitudes que se les suponen a quienes militan en los partidos y de la experiencia que adquieren al ocupar un cargo público, se necesita mucha agilidad mental para conquistar al público en un escenario y para escribir guiones de episodios televisivos.
El gran tema, sin embargo, es que llegó al poder un individuo con un perfil absolutamente ajeno al del típico aspirante a un puesto de elección popular y que el éxito que alcanzó es el resultado directo de esa diferenciación.
Podríamos preguntarnos, entonces, si algo parecido pudiere acontecer aquí, en un país cuya población rechaza abiertamente a los políticos y cuyas devociones se concentran, por el momento, en la figura de un presidente que ha sustentado su discurso, al igual que Zelensky, en el repudio a las prácticas de siempre.
Ese agente desestabilizador, el que necesitaría la oposición para hacerle frente al avasallador oficialismo, ¿dónde está? Por más que personajes como Santiago Creel, Enrique de la Madrid, Claudia Ruiz Massieu, Miguel Ángel Gurría y Beatriz Paredes, entre otros posibles aspirantes, sean personas muy respetables que pudieren, encima, hacer un muy buen trabajo, la cuestión es que no parecen tener demasiadas posibilidades ante unos votantes que no quieren ya más de lo mismo. Ése es el problema, no la capacidad personal de cada uno de ellos.
¿Es una herejía, con el perdón de ustedes, insinuar que Lilly Téllez pueda ser, por el contrario, la mujer con más empuje y la única, hasta este momento, con posibilidades de competir de verdad contra la maquinaria de Morena?