A ver: la derecha ¿es estatista y colectivista o, por el contrario, promueve el libre mercado, el espíritu empresarial, la propiedad privada y la creación de riqueza? Y, en estos pagos, ¿el Partido Acción Nacional es un organismo de izquierdas o, digamos, de derechas? Resueltas debidamente estas interrogantes, hagámonos entonces otra pregunta: ¿había realmente necesidad de sobornar a los señores congresistas del mentado partido para que votaran una reforma constitucional encaminada precisamente a implementar, en la práctica, sus propios principios de doctrina? Digo, es como si a un comunista le tuvieras que pagar para que tomara la decisión de confiscarle sus propiedades a los ricos o de instaurar un régimen dictatorial.
Esos impulsos les brotan de manera natural a los marxistas-leninistas, nadie necesita convencerlos de que los restaurantes y los hoteles deben ser propiedad del pueblo (bueno, el pueblo nunca se entera y lo único que pasa es que las familias, cuando pretenden pasar meramente un buen momento en un local, se enfrentan al trato despótico de los meseros, por no hablar de que las viandas de la carta son incomibles) ni nadie, tampoco, requiere de grandes estrategias para hacer que un socialista sectario persiga a los disidentes.
No tendría sentido, por consiguiente, que Enrique Peña hubiera implementado un programa de compra de voluntades para agenciarse los votos de los panistas con el propósito de sacar adelante la reforma energética. Uno pensaría que ya los tenía. Los que sí debían ser corrompidos, por el contrario, eran los izquierdosos, agrupados hoy en Morena, defensores a ultranza de nuestra “soberanía” y herederos directos de los dogmas primigenios del priismo cavernario.
A lo mejor acontecerá, cualquier día de estos, la respectiva embestida judicial en contra de los perredistas que aún sobreviven en el partido del sol azteca. Pero por lo pronto, quienes están directamente en la mira de doña FGR son los antiguos legisladores del PAN y Ricardo Anaya aparece como el primerísimo acusado, luego de haber sido actualizada —y convenientemente editada para la ocasión— la lista de sospechosos que los fiscales le sonsacaron a don Lozoya, supremo soplón de la nación mexicana.
Así es la lógica de nuestra justicia...