¿El mentado “socialismo del s. XXI” tiene que ser tan nefasto?
Se trataría, en principio, de mejorar sustancialmente la vida de los ardientes adoradores de la doctrina colectivista pero, miren, transcurrido el alegre tiempo de las expropiaciones que despojan a los capitalistas de sus bienes mal habidos y agotados los dineros que tan cómodamente llegaron a colmar las arcas del erario, el pueblo bueno, destinatario supremo de todas las bondades prometidas, no sólo se encuentra sin un centavo en sus bolsillos sino que lo poco que pudiere adquirir con los tres pesos que le dispensa papá Gobierno no le sirve prácticamente de nada porque los estantes de las tiendas están vacíos.
Hay algo todavía mucho peor, qué caray: los derechos que tan natural y campechanamente ejerce un ciudadano tutelado por un régimen democrático tampoco les resultan nada evidentes, ni mucho menos, a los comisarios que llevan la cosa pública bajo el estandarte de la lucha de clases, de manera que cualquier persona que exprese (públicamente) un mínimo descontento o que se atreva a plantarle abiertamente cara a los adalides del oficialismo obligatorio es de inmediato intimidada o declaradamente perseguida.
Estamos hablando de que en esos sistemas no hay lugar para los disidentes ni espacio para la protesta ciudadana: el opositor es señalado, de inmediato, como un infame traidor porque la crítica que pueda merecer el desempeño del poder es traducida, por esa casta reinante, como un grosero repudio a la voluntad del “pueblo”.
Lo peor es que el simple hecho de expresar disgusto lleva a que los valientes emisarios de la insatisfacción sean duramente castigados: en la Cuba castrista, muchos de los muchachos que se atrevieron a participar en las manifestaciones de descontento popular de 2021 recibieron descomunales sentencias de cárcel —hasta 30 años de condena— y, ahora mismo, son encarcelados, torturados y secuestrados los opositores que reclaman que sean validados los resultados de las recientes elecciones en Venezuela.
¿De eso se trata, señoras y señores, de perseguir, de intimidar, de aterrorizar, de acallar, de amenazar, de asesinar y torturar?
¿Ése es el gran sueño socialista?
Y, por cierto, ¿ese modelo es el que cosecha las adhesiones de los adherentes de doña 4T?
