El Gobierno de la 4T debería sentirse reconfortado de que muchos mexicanos vayan a vacunarse por sus pistolas. Millones de personas, literalmente, podrían apoquinar lo que cuestan las dos aplicaciones, digamos, en los gabinetes de las Farmacias Guadalajara —o de las Del Ahorro o de cualesquiera de las otras— que fungen, ahora mismo, como consultorios de ocasión para los afectados de dolencias menores.
Esa plata se la ahorrarían las huestes de López-Gatell de la misma manera como los entes del Estado nacional economizan recursos cuando un paciente no acude a que lo atiendan en los hospitales públicos sino que paga de su propio bolsillo una cirugía o un tratamiento en una clínica privada.
¿Cuál es el problema, entonces, y por qué se enfurecen las hordas de prosélitos de la mentada “cuarta transformación”? Según parece, el simple hecho de que alguien esté en posibilidades de costear la vacunación sería una suerte de agravio para quienes no pueden hacerlo. O sea, un ofensivo ejercicio de desigualdad autorizado, encima, por un régimen que pretende instaurar una arcadia de socorros universales.
El asunto, sin embargo, es precisamente ése. Es decir, que los organismos gubernamentales aseguren la atención y los servicios que necesitan los grupos poblacionales más desprotegidos. Tal es la vocación –y la razón de ser— del Estado social. Y para eso se cobran impuestos, para dirigir recursos a los sectores de la sociedad que necesitan asistencias, cuidados y ayudas que no pueden procurarse por ellos mismos.
El gran reto sería, entonces, que nuestra secretaría de Salud llevara vacunas a la mayor cantidad posible de gente necesitada. Que se ocupara de lo que le toca –implementar acciones y estrategias para cumplir con sus responsabilidades y obligaciones— y que el resto lo dejara simplemente en manos de un mercado que puede, a su vez, proveer oportunamente las vacunas a quienes quieran, o puedan, pagarlas. Sin prohibir, sin poner trabas y sin condenar, por favor.
Ah, y en lo que se refiere a la necesidad de hacer mediciones y sacar porcentajes de vacunados, pues tan sencillo como crear un registro nacional en el cual queden apuntados, electrónicamente y con el soporte de la credencial del INE, los datos de cada persona inoculada. Pues eso, oigan.