Esta interrogante apareció en la red X. No pude menos que poner el comentario de que era una pregunta muy estúpida, por lo exasperante que resulta el planteamiento de tan morrocotuda especulación.
Pero la gente que formula parecidos cuestionamientos no se percibe boba sino, por el contrario, hace alarde de su malicia como si sospechar sin respiro y pensar que todo lo que acontece en el mundo es fruto de conspiraciones fuera una prueba de sagacidad.
Es más, los que no compartimos esa visión de las cosas pecamos de inocentones y, en el más extremo de los casos, somos parte de la conjura.
Lo más asombroso es que entre quienes respondieron —unas mil 300 personas— hubo un muy alto porcentaje (42 de cada cien) de convencidos de que el juego estuvo amañado.
Es inútil intentar siquiera hacerles ver, a estos inscritos a las teorías de conspiración, que ese tal “arreglo” no sólo no tendría sentido alguno sino que sería imposible de implementar en la práctica.
Para empezar, ¿cuál sería la ganancia para los 49ers? ¿No llegaron a Las Vegas, más bien, con toda la intención de conquistar el título? Y, para cualquier deportista, ¿no es ése, el triunfo, la primerísima de sus ambiciones?
En lo que toca a Denise DeBartolo York, la multimillonaria propietaria y copresidente del equipo, ¿qué interés podría tener en que sus jugadores no alzaran el trofeo luego de una sequía de 28 años?
El mayor problema, sin embargo, aparece al intentar una mínima explicación de cómo se podría realizar algo así, ya en los hechos. Porque, miren ustedes, estaríamos hablando, antes que nada, de una compra masiva de voluntades o, por lo menos, de conseguir que tres o cuatro o cinco miembros del equipo se transformen en declarados traidores. ¿A cambio de qué? Pues, de dinero, lo suponemos, aunque son sujetos con una cartera muy bien provista. ¿Alguna idea de quién es el que paga? Y, más aún, ¿alguna hipótesis sobre el propósito de emprender parecida maquinación siendo que a los Chiefs les sobraban méritos, de todas maneras, para ganar limpiamente y por cuenta propia?
Hay un elemento muy inquietante en esta disposición de las personas a creerse los más delirantes disparates. Porque, si todo está tan podrido, entonces ya no hay lugar para que las sociedades se edifiquen a partir de la confianza.