Por órdenes superiores, ya no serán los agentes de los gobiernos estatales y municipales quienes entregarán las ayudas a los damnificados del huracán Otis en Guerrero, ni tampoco ciudadanos de las asociaciones civiles o integrantes de organizaciones empresariales, sino los miembros de la Armada y el Ejército.
No lo dispone así la ley en lo que se refiere a las acciones de protección civil, pero al régimen de la 4T no se le atraviesa ya legislación alguna en el camino. Justamente por eso, porque la palabra de quienes llevan ahora las riendas del poder es la ley –parafraseando, con el permiso de ustedes,la letra de una muy vernácula canción— es que los mandamases de turno, amancebados en indestructible maridaje entre Ejecutivo y Legislativo, arremeten, en general, contra los señores jueces y, ya con dedicatoria, contra los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La palabra escrita en las páginas de doña Constitución les estorba a esos referidos encargados de la cosa pública. Su negocio es andar a su aire, desbaratando fideicomisos, regalando petróleo a los sátrapas cubanos, cerrando guarderías, cancelando programas de salud, militarizando la seguridad pública, abrazando a los delincuentes y rechazando inversiones en energías limpias, entre tantas otras de sus aficiones, y el hecho de que algún emisario del Poder Judicial se interponga en sus designios para hacerles ver que las leyes están para ser cumplidas lo toman como una declaración de guerra, por no decir que lo califican de traición a la patria.
No hay certeza de que al audio que circula en las redes sociales –la grabación de un hombre que acusa a los militares de haberlo detenido, golpeado y despojado de sus pertenencias en la autopista de camino a Acapulco— sea el registro de algo que verdaderamente ocurrió y, en todo caso, la fabricación de mentiras no contribuye en nada a la construcción de un espíritu ciudadano sustentado en exigencias legítimas y en la crítica honesta a los abusos del poder.
Pero las imágenes de la entrada triunfal en Acapulco de unos camiones provistos de ayudas, abriéndose paso al compás de las sirenas de los vehículos que los escoltaban, sí parecen lo suficientemente verosímiles como para resultar muy insultantes.
El socorro a los ciudadanos no tiene por qué volverse un circo, más allá de que lo monopolicen las Fuerzas Armadas.