La sentencia de que el actual régimen se impondrá de nuevo en las elecciones de 2024, formulada como un juicio inapelable y sin retorno alguno posible, se sustenta en la paralela suposición de que las cosas no cambian, de que todo seguirá exactamente igual y de que la voluntad de los electores es predecible desde ya.
Fox y Calderón también fueron muy populares en su momento. Y en 2012 aconteció un suceso absolutamente insólito, por no decir asombroso: el retorno del PRI al poder. No menos extraordinaria fue la llegada a la Presidencia de la República de un hombre que había luchado incansablemente durante 18 años para alcanzar parecido logro y que, en su condición de permanente opositor, se enfrentó directamente a la maquinaria edificada por el orden establecido.
O sea, que han tenido lugar, en este país, desenlaces que no figuraban en los augurios de quienes consultan fervorosamente su bola de cristal. De la misma manera, podríamos afirmar que los resultados que tan alegre y despreocupadamente decretan los agoreros de turno no son todavía sucesos esculpidos a perpetuidad en las lápidas de la historia nacional.
Para empezar, el personaje que monopoliza los réditos de la aceptación popular no es un transmisor de parecida gracia a los aspirantes del oficialismo, así sea que vaya elegir él a dedo a su benemérito sucesor: la capacidad de embelesar a las masas no es transferible de origen. Y, qué caray, el tema de que los contendientes certificados por el aparato de Morena vayan a protagonizar feroces peleas callejeras figura también en la ecuación como un factor negativo: no está garantizada, en las tropas del movimiento que heredó directamente los usos tribales de la izquierda perredista, la sacrosanta unidad de los monolíticos sistemas absolutistas, por más que el supremo líder pretenda manejar con mano de hierro las cosas.
Pero está igualmente el asunto de que la oposición también tendrá algo que decir llegado el día de acudir a las urnas. Tan determinante es su peso específico que, miren ustedes, el aparato de la 4T se ha movilizado para desmontar la estructura del ente público que asegura la total confiabilidad y transparencia de los procesos electorales en México. Lo cual nos lleva a una muy incómoda pregunta: quienes proclaman anticipadamente la estrepitosa derrota de la coalición PRI-PAN-PRD, ¿nos estarán más bien anunciando que se está preparando un colosal fraude? Uf...