Política

¿El fin de los moderados?

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El secretario Urzúa debió saber a lo que iba cuando aceptó trabajar para el Gobierno de la 4T. Los postulados de Obrador no son necesariamente inaceptables, ni mucho menos: ¿combate a la corrupción? Totalmente de acuerdo, comenzando por quienes le dieron su voto precisamente por abominar de la caterva de saqueadores que nos gobernó el pasado sexenio. ¿Reducir la pobreza? Lo mismo: ¿quién puede estar en contra de que millones de ciudadanos marginados se integren a los circuitos productivos, que se vuelvan alegres consumidores de bienes y servicios, que se conviertan en pagadores de impuestos en lugar de meros receptores de asistencias y que contribuyan a la modernización de la nación mexicana?¿Siembra de árboles y explotación masiva de nuevos cultivos para promover el desarrollo regional? También. ¿Reducción de la desigualdad? Nada que objetar. ¿Cruzada nacional contra la inseguridad? Desde luego. ¿Cuatro puntos porcentuales de crecimiento económico en todo el sexenio? Formidable…

De hecho, la lista de promesas formuladas en las campañas electorales viene siendo prácticamente la misma en todas las ocasiones y en todos los casos: empleo, seguridad, salud, educación de calidad, justicia social, bienestar, prosperidad, etcétera, etcétera. Uno se pregunta cómo es que los publicistas contratados para pregonar la propaganda partidista logran diferenciar en cada cita electoral el mensaje y, sobre todo, cómo es que los votantes terminan por engancharse una y otra vez con la misma sarta de ofrecimientos. En las pasadas elecciones hubo un elemento adicional, sin embargo: las adhesiones de la población se indujeron a partir del rencor y la tarea de convencimiento se sustentó en la deliberada estrategia de dividir y enfrentar a los mexicanos. Se rompieron así viejas amistades y se distanciaron familiares que antiguamente compartían serenamente el pan en las comidas de los domingos. La explotación del descontento, la oportuna fabricación de un enemigo común y la constante satanización de una “minoría rapaz”, aderezado todo ello de ofensas y descalificaciones, fueron factores decisivos para determinar el triunfo del régimen de Morena. Y la ofensiva sigue.

Estamos hablando entonces de un desenlace que se dio en un ambiente de gran crispación, más allá de las propuestas concretas que se plantearon, de las políticas públicas formuladas, de las transformaciones anunciadas y de las acostumbradas promesas de siempre. Esto, a su vez, lleva a que los miembros posiblemente moderados del nuevo Gobierno parezcan no tener un lugar enteramente reconocido, o plenamente aceptado, en la estructura de la Administración. Serían un mal necesario, por así decirlo. Su simple condición de expertos en su especialidad no basta para asegurarles la necesaria capacidad de acción ni la confianza del jefe máximo que sí merecen los incondicionales, los más sectarios y los más radicales. Pero lo que realmente los inhabilita de facto para seguir en el puesto es que han ido a contracorriente de muchas de las decisiones y las medidas adoptadas en las altas esferas gubernamentales. Germán Martínez, el anterior Director General del IMSS, escribió, en su carta de renuncia, que “algunos funcionarios de la Secretaría de Hacienda tienen una influencia perniciosa en el IMSS y ponen en riesgo la vocación igualitaria, de justicia y, concretamente, de prestación de servicios de salud que tiene el Seguro Social”. Y añadió, “ahorrar y controlar en exceso el gasto en salud es inhumano”. Nos quedan muy claros, a quienes interpretamos estas declaraciones, los altísimos costos que tiene la severa política de austeridad impuesta por el actual Gobierno de la República. Pero ¿quién la impuso? ¿El FMI, tal vez? ¿Resulta de una gran crisis financiera? ¿No hay otra salida que ésta para emprender la gran transformación anunciada por el presidente de México? ¿Es la única opción? Hagámonos otra pregunta, ya en lo que toca a la salida del anterior responsable de la seguridad social en este país: ¿no se esperaba nada parecido el señor Martínez, cuando aceptó ser parte del Gobierno de la 4T? ¿No imaginaba que serían así las cosas?

Algo parecido puede decirse de Carlos Urzúa. Lo primerísimo con que se encontró, en calidad de responsable de la conducción financiera de la décimo quinta potencia económica del planeta, fue la anulación de un portentoso proyecto de infraestructura que, encima, le significó a Hacienda un ingente desembolso de recursos para indemnizar a los inversores y no enfrentar demandas aún más costosas. Hablando en plata, literalmente, fue una dilapidación pura y simple de dineros públicos (y lo que falta, todavía). Apechugó el hombre, en su momento, y pareció acomodarse también a la cancelación de los contratos de asociación de Pemex con inversores para explorar nuevos yacimientos y aumentar su producción a futuro. No pestañeó tampoco cuando CFE desconoció cláusulas de siete contratos celebrados para proveerse de gas natural. El pasado martes, sin embargo, terminó por darse cuenta de las cosas. Le tomó algo de tiempo, hay que decirlo.

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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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