Escuchando hace un par de días el informativo de mi muy querido Ciro Gómez Leyva (fuimos fundadores, los dos, de este proyecto periodístico y tuvimos, creo, algunos muy sabrosos desencuentros profesionales más allá de que el hombre me parezca un tipo de una pieza y de la admiración que le profeso; aparte, como decía, del cariño) me enteré de que el conductor del programa radiofónico de noticias más escuchado de este país no cree que doña Suprema Selección Nacional de Futbol de este país vaya a lograr la clasificación al supremo torneo que se va a celebrar (miren ustedes, en pleno invierno septentrional y en detrimento del calendario de las competiciones que tienen lugar en el universo futbolístico, lo cual sería tema de otro artículo de opinión) gracias a los muy curiosos, y oscuros, acuerdos de los máximos dirigentes de balompié mundial.
Ciro predijo que el Tri no va a alcanzar, en los partidos que le quedan, los puntos que necesita para alcanzar siquiera el tercer lugar que le asegura un espacio en la magna competición. Su catastrófico pesimismo no fue compartido por los otros participantes en el programa radiofónico, pero la cuestión, más allá de que el mentado Tata Martino logre cosechar los puntos que necesita el equipo para clasificarse y afrontar, llegado el momento, las temperaturas de la península arábiga, es que México, una y otra vez, no logra ser un protagonista de peso en el máximo torneo de naciones.
En lo personal pensaría que no hay razón alguna para que este país se coloque en el grupo ultra exclusivo de las naciones que han conseguido un título mundial y me parece que la mera participación en el torneo es ya bastante motivante para los aficionados aztecas, esperanzados siempre, como los de tantos otros países, en que su equipo se coloque por lo menos en las fases últimas del torneo.
El fracaso del conjunto nacional, en este sentido, sería una enorme decepción para sus seguidores, pero significaría también una derrota en el apartado de las entradas adquiridas para el torneo: los mexicanos somos los terceros compradores, a nivel mundial, de billetes para estar en las gradas de los estadios.
¿Los entusiastas aficionados van a devolver los boletos comprados?
Se anuncia una auténtica tragedia comercial, señoras y señores.
Román Revueltas Retes