Es muy fácil echar a un entrenador: pierdes una semifinal y le dices que se vaya –o le aceptas sin mayores trámites el montaje teatral que el mismo escenificó, lo debidamente compungido, ante unos medios de comunicación sedientos de sangre— porque, le restriegas en sus narices, cualquier resultado que no sea la conquista del título supremo es un fracaso.
Hablo, por si no identifican a los actores del reparto, del Club de Futbol América S.A de C.V y del recién defenestrado Tano Ortiz.
Pero, qué caray, las vueltas que da la vida, aunque sea, con perdón del pleonasmo, a la vuelta de la esquina. Porque, miren, el muy elegante y comedido señor Ortiz ya encontró acomodo en el Club de Futbol Monterrey Rayados A.C. mientras que los directivos americanistas siguen buscando director técnico aquí, allá y acullá.
O, para ser precisos, acullá, porque parece ser que van de un lugar a otro en el Viejo Continente –o, por lo menos, es lo que se dice en los mentideros locales— para ver si alguna figura medianamente crepuscular (al enunciar estos últimos términos, el escribidor de estas líneas se refiere a que los pesos pesados –digamos, Ancelotti o Guardiola o Jürgen Klopp— quedan fuera de la ecuación por un simple asunto de no poderles ofrecer las pilas de billetes que exigirían por sus servicios)— acepta venir a trabajar al altiplano del territorio nacional.
Los comunes mortales no sabemos cuál es el factor verdaderamente decisivo en el triunfo o la derrota de un equipo de futbol aunque, por el contrario, los insignes directivos de los clubes se especializan, ahí sí, en repartir culpas, o sea, en cortar cabezas.
Naturalmente, es mucho más sencillo responsabilizar de las cosas a un solo individuo que deshacerte de un tropel entero de haraganes tan indolentes como incapaces. No hablo, desde luego, de que sea el caso concreto de las Águilas pero en muchos equipos la plantilla es la que deja mucho que desear.
Los aficionados somos tan arrogantes que nos arrogamos (los arrogantes se arrogan, sí señor) la muy inmerecida facultad de decretar cuál hubiera debido ser la alineación de tal o cual equipo en la liga MX, qué cambios eran necesarios y cuáles no en el partido del último fin de semana, qué estrategia necesitaba el estratega (y dale, con los pleonasmos) y, finalmente, qué fichajes son los mejores para los clubes de cara a las próximas competiciones.
De tal manera, no hubiéramos dejado fuera del Tri a Santi Giménez en el último Mundial, a diferencia de la absurda, necia, incomprensible y perjudicial decisión del Tata Martino de no incluirlo en el grupo de seleccionados y, en lo que toca al entrenador que llevó al América a encabezar la clasificación del torneo regular, le hubiéramos dado la continuidad que requiere todo proyecto deportivo de largo plazo.
Pero, bueno, el sabelotodo que llevamos dentro no es el que toma las decisiones fuera, en el mundo real.
Que sigan entonces los mandamases de Coapa buscando a su redentor. Por cierto, luego de perder el Inter de Milán la gran final de la Champions League, la cotización de Simone Inzaghi a lo mejor está a la baja. Podrían los negociadores americanistas preguntarle si quiere arriesgar su prestigio aquí, en la Liga MX.
Ah, pero nadie ha hablado (todavía) de que lo vayan a correr del histórico equipo milanés. Allá, por lo que parece, no son tan drásticos con sus entrenadores.