El establecimiento del salario mínimo que regirá para el año 2021, motivó hace días, pronunciamientos contrarios por sectores empresariales al % anunciado por la Comisión Nacional; expusieron que no sé oponían al aumento, aunque pensaban en un 5% menos de lo aprobado.
Aunque parezca raro, lo anterior es un hecho inusitado en la historia reciente en la materia.
Recordemos que esta figura del salario mínimo quedó asentada en la Constitución del 1917, en al artículo 123, fracción IV, bajo la premisa de que el salario mínimo debería garantizar la satisfacción de las necesidades básicas del trabajador.
Fiel al espíritu republicano previó que comisiones municipales lo decidirían bajo la sombra de una Junta Central de Conciliación en cada Estado.
Pero esta experiencia dio resultados precarios y muy desiguales, quedando en letra muerta aquello del salario justo, por lo que, en enero, de 1934, durante la Presidencia de Abelardo L Rodríguez se fijó el primer salario mínimo de vigencia nacional revisándolo cada dos años, hasta 1976 en fue anual la revisión.
La realidad impuso la necesidad de establecer zonas económicas en 1963. En 1987 se instauró la Comisión Nacional a fin de mejorar el sistema.
La realidad es que la Comisión fue un mecanismo que no buscó la justicia social del salario mínimo y fue siempre instrumento del sector patronal.
La prueba más fehaciente fue la Comisión que presidió desde 1991 Basilio González Núñez, quien percibía un salario al momento de entregar la Comisión en 2018 de 174 mil pesos mensuales, mientras autorizó incrementos a los trabajadores que oscilaron entre 3 al 4 %, máximo durante toda su gestión, y cuyo monto mayor llegó a 88,36 pesos.
Durante todos esos años jamás hubo protesta de los patrones, ni tampoco de los sindicatos, y menos alguna expresión que denunciara los míseros salarios de los mexicanos como de los peores del mundo.
Era esa Comisión la infame expresión de la falta de justicia en materia de salarios mínimos y la peor manifestación del contubernio entre gobierno, patrones, partidos políticos y sindicatos para ofender a los trabajadores mexicanos.
La más cruda concreción de la traición a las reivindicaciones prometidas por la Revolución Mexicana.
Este es el fondo del descontento patronal, y la complicidad silenciosa de los sindicatos aún bajo control.