Hace dos días se cumplieron 166 años de la promulgación de la Ley del Registro Civil, lo anterior fue gran avance de los reformadores del 57, de los cuales el más destacado fue Benito Juárez.
Por este motivo y por las demás leyes de Reforma que separaron el poder de la Iglesia, del poder del Estado, Juárez fue desde entonces sujeto de ataques de la Iglesia católica porque con ellas se arrancó el dominio que ejercía la Iglesia sobre las personas que no solo se circunscribía a lo espiritual sino a aspectos de su vida social.
Parte de la evangelización a la que se comprometió la Corona Española ante el Papa, cuando se inició la conquista y colonización de las Américas, fue el ir llevando un registro de la obra realizada.
Así, en cada iglesia, parroquia o misión, las distintas órdenes religiosas, en competencia por el dominio de su orden, deberían levantar un registro de los nacimientos, de los matrimonios y de los decesos de los feligreses evangelizados.
Al principio estos registros no tenían costo, pero con el tiempo la iglesia vio que era buen negocio para incrementar sus ingresos más allá de los diezmos, cobrar por estos servicios.
Si el feligrés no tenía dinero no se hacia el registro con las consecuencias condenatorias que la misma iglesia tenía establecidas.
Con el tiempo cada obispado debía publicar el Arancel anual, es decir el costo de los servicios, los cuales poco a poco se fueron desdoblando en características que tenían distinto costo, por ejemplo el obispo de Guadalajara publicó el Arancel para el año de 1629: Para velación de indio laborío, dos pesos y las candelas y arras, si la velación era fuera de la parroquia:
Cuatro pesos y cuatro reales, con cargo de una misa; Por un entierro de indio laborío con cruz baja: dos pesos y dos reales,
Si fuera con cruz alta: Cuatro pesos y cuatro pesos de la cruz, con cargo de una misa rezada.
Además, se cobraba por hacer el agujero de la tumba y el lugar de este, bajo control de la iglesia.
Los registros, bautizos y matrimonios también tenían costos según la “calidad” de los mismos.
El control impuesto por la iglesia era férreo. Por eso los reformadores impulsaron un registro civil bajo el control del estado que da reconocimiento de ciudadanía, independientemente de cualquier credo religioso; fue un acto congruente con el principio fundamental de libertad.