La semana que terminó hubo importantes acontecimientos: a nivel nacional el inicio de la creación de la entidad que sustituirá al Distrito Federal; a nivel municipal el Segundo Informe del Presidente Miguel Ángel Riquelme Solís, ambos con el fondo de la más importante celebración para el mundo católico mexicano, la conmemoración de la aparición de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac, versión mariana de la hispana, (Cáceres, España), diseñada para fortalecer el adoctrinamiento de las naciones indígenas prehispánicas.
Como es sabido y parafraseando a Florescano, los europeos impusieron a estas civilizaciones un nuevo lenguaje y los nuevos valores religiosos, sociales y políticos; así, el lenguaje fue instrumento sustantivo para la dominación, mismo que fue cubriendo de nuevos significados el territorio mexicano y también la memoria del pasado.
Sobre el primer acontecimiento sólo me causa curiosidad saber cuál será el nombre de la nueva entidad federativa. Sobre el segundo, la certeza de que hay ya en marcha un nuevo lenguaje congruente con los hechos, que está transformando los significados con referencia a nuestro pasado regional e inaugurando nuevos sentidos del quehacer político de la comunidad toda, evidenciando, por fin, el entendimientos de las partes vivas y comprometidas que conformamos nuestro municipio.
Sobre el fondo cultural religioso, reminiscencias de la creencia de los frailes misioneros, que los indígenas alcanzarían la perfección cristiana, y el efecto de la didáctica de sus enseñanzas en misiones y parroquias, en su propia lengua, a través de imágenes y la instrucción colectiva mediante el canto, el teatro y la fiesta, no con fines literarios sino doctrinales. Dice Mendieta: “usaron un modo de predicar muy provechoso para los indios, conforme al uso que ellos tenían de tratar todas sus cosas por pintura.
Y era de esta manera, hacían pintar en un lienzo los artículos de fe… y… el predicador colgaba el lienzo… y con una vara ir señalando la parte que quería…”Lo anterior nos lleva al lienzo que según la tradición llevó Juan Diego a Zumárraga, dentro de la estrategia franciscana, según Sahagún, de sustituir antiguos adoratorios indígenas: Tepeyac donde rendían culto a Tonantzin, hoy en día a la Patrona de México, la Guadalupana; en Tlaxcala donde adoraban a Xochiquetzalli, y se apareció Nuestra Señora de Ocotlán; en el Popocatépetl en honor a Tezcatlipoca, y en Cholula, cerca de la pirámide de Quetzalcóatl, donde se erige la ermita de Nuestra Señora de los Remedios. Así fue.