Política

Tradición, religión y cultura

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¿Qué es para los mexicanos el Día de Muertos? ¿Es una celebración religiosa o más bien una manifestación cultural, que tiene poco o nada que ver con creencias religiosas? ¿Es válido que, bajo el argumento de fomentar nuestras tradiciones, un gobierno promueva y organice manifestaciones religiosas?

Hay en todo esto mucha ambigüedad y una cosa fluida entre lo que se considera tradición, religión y cultura. Hace algunos años trabajé, junto con algunos colegas, un proyecto para tener indicadores mesurables sobre el grado de laicidad de un determinado gobierno. Y nos topamos con ese problema: ¿cómo considerar la promoción de algunas fiestas tradicionales que están ligadas históricamente a alguna religión? Un caso clásico es el de la fecha para celebrar el nacimiento de Jesús de Nazaret, celebración cristiana por excelencia. Tenemos muchos ejemplos de gobiernos locales que promueven la instalación de “pesebres” o “nacimientos”, o de escuelas públicas que hacen lo mismo. Ignoran dichos gobiernos que ni siquiera todos los cristianos (como los testigos de Jehová) celebran la Navidad, ya no digamos los mexicanos judíos, musulmanes, budistas, etc.

Es común incluso que, en oficinas de gobierno, en hospitales públicos o en universidades o instituciones públicas de educación superior se instalen árboles y todo tipo de adornos navideños. Y nadie, o poca gente, repara que eso significa de alguna manera promover con fondos públicos una determinada religión. Lo cual va obviamente en contra del principio de separación.

El caso de las celebraciones del Día de Muertos se ha vuelto también significativo al respecto. De unos años para acá, la costumbre popular de recordar y convivir con los muertos ha sido paulatinamente reapropiada por las clases medias y, en consecuencia, crecientemente comercializada. El Día de Muertos se ha convertido entonces en una gran fiesta y un gran negocio, con referencias más o menos lejanas a cuestiones religiosas. Ya pocos se acuerdan que la Iglesia católica celebra el 1 de noviembre el Día de Todos los Santos (es decir todos aquellos que han podido salir del purgatorio y han alcanzado la gloria eterna) y el 2 de noviembre el Día de los Fieles Difuntos, (es decir aquellos muertos que no han salido del purgatorio, esa genial invención medieval).

Para muchos, una manera de justificar la celebración, evadiendo su aspecto religioso institucional, es afirmar que se trata de una tradición prehispánica, como si eso la hiciera menos religiosa. Y empujan para que ésta se considere entonces más bien una manifestación cultural. Desde esa perspectiva, muchos gobiernos no tienen empacho en promover una cierta religiosidad disfrazada de “cultura”. Se evade así la obligación de pensar a fondo en las implicaciones de promover una determinada tradición ligada a una religión específica que, aun siendo mayoritaria, el gobierno no debería promover. En ese sentido, creo que esa y otras tradiciones de origen religioso deberían dejarse en el ámbito privado y no ser promovidas por el Estado. De otra manera, mañana se le ocurrirá a alguien respaldar con dinero público una peregrinación a la Virgen o a San Judas Tadeo.

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Roberto Blancarte
  • Roberto Blancarte
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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